La figura de los policías sigue estando entre los servidores públicos y las instituciones en las que menos confían los mexicanos, sólo superada en nivel de desconfianza por los partidos políticos. Los policías municipales son los que menos confianza inspiran a la población (31%)seguidos de los policías estatales (42%) y la Policía Federal (51%), según los datos de una encuesta nacional en viviendas levantada en 2012 por la empresa Parametría.
En las últimas semanas se desató un debate sobre las agresiones a policías por parte de grupos de manifestantes en la Ciudad de México y hubo opiniones de que a los uniformados se les exponía a resistir los embates de ciudadanos inconformes mientras no se les permitía el uso de la fuerza. Casos como el de un granadero golpeado hasta la inconsciencia por un maestro de la CNTE o policías incendiados por jóvenes anarquistas, sustentaban esas opiniones en defensa de la labor de los uniformados y la exigencia en un sector de la opinión pública de que no se castigue la agresión a la figura de autoridad que representan los policías.
Pero en contraparte, mientras algunas voces los defendían, policías de la Ciudad de México aparecieron involucrados, por la investigación oficial en el secuestro y la muerte de 17 jóvenes originarios del Barrio de Tepito en el Caso “Heaven” y se destapó una red de corrupción y protección policiaca a distribuidores de droga en la ciudad. Hay por ese caso cuatro policías detenidos.
Al mismo tiempo, cuando todavía no se superaba el asombro, un video grabado por un ciudadano mostró cómo policías de la SSP capitalina bajaban por la fuerza de su automóvil a un colombiano de nombre Jairo Guzmán y lo subían a una camioneta en la que el sujeto era secuestrado con la colaboración policiaca. El secuestro lo orquestó el comandante Apolonio Pérez Tapia, de la dirección de Asuntos Internos de la SSP, nada menos que la encargada de combatir la corrupción policiaca y junto con él participaron otros cuatro policías, de los cuales sólo uno ha sido detenido y hay tres prófugos.
Ayer mismo, el vocero de seguridad federal de la Segob, Eduardo Fernández, salió a informar que detuvieron a una banda de 18 secuestradores en Guerrero, de los cuales 13 eran policías federales en activo. A los oficiales federales, miembros de la que se supone es la policía más confiable y moderna que hay en México, se les atribuyen varios secuestros y asesinatos en Acapulco y otros municipios. El mismo Comisionado Nacional de Seguridad, Manuel Mondragón, reconoció que la detención fue producto de una investigación interna que detectó a esos policías federales-delincuentes.
¿Cómo entonces hacer la defensa del trabajo policiaco mientras siguen surgiendo evidencias de que, aún con las supuestas “modernizaciones” y “profesionalización” de los policías, por más “controles de confianza” y exámenes y evaluaciones que se les aplican se siguen registrando casos escandalosos de policías-delincuentes que o participan directamente en la comisión de delitos o se dedican a proteger al crimen y a extorsionar ciudadanos?
El fracaso del modelo policial en México, sea a nivel federal, estatal o municipal es evidente. En el gobierno federal, donde se han invertido entre 2001 y 2008, 83 mil 400 millones de pesos en el área Seguridad Pública, según un estudio del Centro de Estudios de Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados, el dinero destinado a la seguridad, entre el que se encuentran gastos para la “profesionalización de policías”, tanto a nivel federal con la PF como en los estados y municipios, creció en 400% al pasar de cinco mil 156 millones en el 2001 a 19 mil 711 millones en 2008.
Más aún, si se ve lo que se destinaba en 1997 al Programa Nacional de Seguridad Pública, dos mil millones de pesos, el crecimiento tan sólo al 2008 es de 1000%. Ningún otro rubro de gasto federal creció tanto en esos años. Y la pregunta obligada, cuando surgen casos tan evidentes como los que involucran a policías federales, estatales o municipales en actos de delincuencia es ¿toda esa inversión ha servido de algo?
Por supuesto que las generalizaciones no son válidas y aunque tal vez hay logros y habrá policías que hacen bien su labor, los cuales merecen el reconocimiento de la sociedad, mientras persistan los casos no sólo de corrupción policiaca sino de policías que son parte de la delincuencia, todo el modelo policial, el gasto multimillonario y la supuesta profesionalización serán un absoluto fracaso. Hay todavía razones de sobra para la desconfianza ciudadana.
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