En política, los ataques rara vez golpean solo en el frente inmediato. Las recientes críticas a Andrés "Andy" López Beltrán por sus viajes, los señalamientos contra Gerardo Fernández Noroña por su estilo de vida y las sospechas que rondan en torno Adán Augusto López dibujan un panorama donde el desgaste parece concentrarse en algunos de los protagonostias más visibles de la 4T.
Lo paradójico es que, en medio de ese golpeteo, la figura de Claudia Sheinbaum se mantiene al margen del ruido. Frente a Andy, su contraste se traduce en sobriedad; ante Noroña, en moderación; y frente a Adán Augusto, en una narrativa de pulcritud que se fortalece cuando ella misma insiste en que "no se va a cubrir a nadie" si hay pruebas. Las polémicas sobre presuntas redes de negocios en Tabasco sirven, de hecho, como espejo que permite reforzar la imagen de Sheinbaum como dirigente que coloca la ética pública por encima de las lealtades personales.
El efecto es claro: los ataques que buscan fracturar al movimiento terminan, por contraste, consolidando a la presidenta como el eje confiable de la 4T. Mientras la oposición dispersa su energía en acusaciones sobre excesos, estilos y negocios de figuras secundarias, Sheinbaum se proyecta como la única referencia que atraviesa intacta el desgaste, con la serenidad de quien sabe que en política, a veces, los golpes que pegan en la orilla terminan blindando el centro.