En el ambiente empresarial mexicano, una de las formas de discriminación laboral más evidentes es el “techo de cristal”, término que hace referencia al tope imaginario que los hombres le imponen a las ambiciones laborales de las mujeres en los corporativos. El “techo de cristal” no es una regla escrita, pero sí es una conducta tatuada en la mente de varios mandos.

 

El número de mujeres que fungen como CEO’s de empresas mexicanas de envergadura aún es reducido. Sólo dos de cada 10 ejecutivas del ranking de 'Las 50 mujeres más poderosas' 2013, publicado en septiembre pasado por la revista Expansión, son miembros del consejo de administración de la empresa en que laboran. Los números son contundentes: de las '50 poderosas', 36% son directoras de área, 35% vicepresidentas de área, 14% presidentas y directoras generales, 12% son presidentas del consejo, 2% vicepresidentas del consejo, mientras que destaca que sólo 1% es vicepresidenta.

 

No todo es negro. Falta mucho camino por recorrer, pero hay claras señales de que la población femenina conquistará las gerencias medias y altas a un ritmo más acelerado en los años por venir. En principio, una buena parte de las mujeres nacidas después de la década de los 60 fueron educadas bajo paradigmas de equidad sexual, por lo que ya no compite con los hombres por los puestos ejecutivos de trabajo, sino por alcanzar resultados que le permitan llegar a los cargos directivos. Si bien la discriminación se impone en las altas jerarquías, la masa crítica alcanzada por las mujeres empuja cada vez más alto al “techo de cristal”, con la esperanza de llegar a romperlo totalmente en el largo plazo. Por otro lado, las mujeres cuentan con cualidades que resaltan más en esta “era del conocimiento”, donde la “verticalidad” es desafiada de manera constante.

 

La muestra más clara de esto se da en la manera en que los ejecutivos socializan en las empresas. Por lo general, el ejecutivo mexicano, en especial el que rebasa los 40 años, adora el protocolo y es exageradamente respetuoso de las jerarquías (le gusta alabar y ser alabado).

 

Los hombres parecen estar más preocupados en el ritual autocelebratorio del “Club de Toby” que en promover el talento transgresor necesario para detonar la evolución al interior de sus compañías. En el caso de las mujeres, el “jefismo” y la complicidad vertical tienden a desarrollarse con una menor intensidad. Mientras los hombres consideran a su jefe como una clara figura de autoridad con la que hay que consultar cualquier decisión, las mujeres socializan de manera más “horizontal”, tanto con sus superiores como con sus subordinados. El management moderno apunta precisamente hacia esta clase de interdependencia horizontal, donde la capacidad femenina de socializar sustituye al servilismo que caracteriza a los hombres de las empresas tradicionales. Y es que como bien dice Camille Paglia, autora de Sexual Personae, es “en la misma afabilidad de la mujer donde yace la clave de su enorme poder”.

 

Post Scríptum. La Escuela de Periodismo Carlos Septién García, en colaboración con la Industria Mexicana de Coca-Cola, entregó por segunda ocasión consecutiva el Premio Nacional de Divulgación Periodística en Sustentabilidad (PNDPS). La ganadora de esta edición fue Aleida Rueda con su reportaje “La Ciencia de la Ciudad: Ciudad ¡Viva!”. En la ceremonia de premiación también se reconocieron con Mención Honorífica a los reportajes: “Oaxaca Región Costa”, de María Alejandra Ibarrola Carreón; “El Triunfo”, de Francisco Javier Navarro Becker  y  “Entre las Sobras”, de Gerardo Sifuentes Marín.  El jurado estuvo integrado por Julia Carabias Lillo, Leonardo Curzio Gutiérrez, Martha Delgado Peralta, Gabriela Frías Romero, Mario González Espinosa, Patricia Romero Lankao y Yuri Serbolov Palos. Felicidades a los ganadores.

 

mauricio@altaempresa.com

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