Una de las desagradables manifestaciones de la globalización es la intolerancia hacia la expansión cultural (transcultura) en todas sus manifestaciones; no sólo desde el ángulo religioso, como pudimos observar recientemente a través del video proyectado en YouTube sobre Mahoma, también desde algo que podría parecer un evento del espectáculo publicitario, como lo son los desfiles de modelos que portan lencería Victoria´s Secret. ¿Hemos llegado a un punto muerto después del intenso desarrollo en materia de comercio internacional que vivimos durante la última década del siglo pasado? ¿Nos hemos convertido en seres intolerantes con la cultura de los demás? A continuación, una pequeña reflexión sobre algunas de las batallas culturales que han ocurrido en los últimos días. Lo peligroso es que representen una tendencia que concluya en una guerra cultural.
Entre los top ten del mundo de las entelequias, Victoria’s Secret irrumpe con una colección de lencería estetizada con motivos asiáticos en tiempos de Mahoma. Para muchos, error fundamentalista que puede derivar en odio. La empresa, pensando en lo que sucedió en la embajada de Estados Unidos en Libia, y en las múltiples manifestaciones en el mundo musulmán, decidió eliminar de su página en internet las fotografías de la modelo sudafricana Candice Swanepoel ataviada con la lencería antes citada para evitar que fanáticos apedrearan espectaculares colocados en céntricas calles del deseo global.
A los creativos de Victoria’s Secret poco les interesa los derivados de la filosofía sagrada, es decir, la religión; ni budismo ni taoísmo, ni confucionismo ni animismo. Tampoco les interesa lo que Freud y Marx escribieron sobre el fetichismo. Por el contrario, sí les interesa desarrollar una ingeniería publicitaria que se encargue de electrocutar a las entelequias de las y los compradores de ropa interior Victoria’s Secret. El problema en la actualidad son las heridas que provocan las ofensas culturales.
La modelo sudafricana se alteró en el momento en el que los expertos asiáticos consideraron a la campaña publicitaria como un vil acto de fetichismo racial en contra de las mujeres. Para ser un ángel del ya famoso equipo de la empresa que fabrica deseos con forma de ropa interior, resultó congruente su alteración. Ella no vino al mundo para encontrarse con diablos que traten de perturbar su carrera de modelo. Swanepoel ya estaba alterada antes de la fatal noticia. Espeleólogos del photoshop detectaron que uno de sus senos fue alterado en una fotografía publicitaria. Un conjunto negro formado por brasier strapless y cullotte solicitó a los artistas de la provocación, que le retocaran uno de sus senos debido a la naturaleza del producto, definida como “el mejor push-up” de su catálogo debido a que incrementa el pecho hasta dos tallas.
Al parecer, la transcultura (enriquecimiento cultural que tiene un individuo gracias a la acumulación y adopción de hábitos, costumbres e ideologías pertenecientes a grupos culturales a los que no pertenece de nacimiento) se ha convertido en un problema en nuestros tiempos. La cultura no es una suma algebraica. Al parecer, es la multiplicación del odio y la intolerancia.
El tema lo conoce Ikea, la tienda de objetos caseros que facilita la vida a estudiantes universitarios y a gente que disfruta de la practicidad de los muebles baratos y funcionales. En el mundo de la interacción, un cibernauta tuvo la curiosidad de diseñar una postal publicitaria en la que aparecen cuatro personajes ataviados con pasamontañas al estilo Pussy Riot (el famoso grupo performista que alteró la paciencia del presidente ruso Vladimir Putin después de que sus integrantes ingresaran a la catedral de Cristo Salvador de Moscú para solicitarle a la virgen que impidiera llegar a Putin a la presidencia), sentados sobre muebles Ikea. En el interior de la página de internet que en la que Ikea pide a los cibernautas que suban fotos para ser calificadas por los propios visitantes de la página, el individuo tuvo a bien colocarla. En poco tiempo se convirtió en la fotografía mejor evaluada. Tanto, que preocupó a los funcionarios de Ikea. Decidieron retirarla porque “Ikea es una organización comercial que lleva a cabo su actividad fuera de la política y la religión”. Pilar Bonet, corresponsal de El País en Moscú preguntó a una de las integrantes del grupo performista su opinión sobre el caso Ikea: “Nuestro fenómeno supera la marca (…) Ikea podía haber ganado mucho con esta imagen, pero no lo ha hecho por miedo. Las ideas y las convicciones de las Pussy Riot son más amplias y profundas que las de esta marca”.
Un traductor publicitario traduciría a los pasamontañas coloridos de las Pussy Riot como un elemento que agregaría a los muebles de Ikea una esencia libertaria, protestataria y estética, sin embargo, para evitar una molestia extra al hoy mandatario ruso, ejecutivos de la empresa decidieron eliminar el matrimonio semiótico.
La violencia transcultural tiene acepciones si de arte fotográfico hablamos. Al menos así lo ha de pensar Terry Richardson, acusado de incitar a la violencia a través de un trabajo publicado por Vogue (versión masculina), la enciclopedia del ser. El modelo Marlon Tereixa mantiene una de sus manos sobre el cuello de la modelo Stephanie Seymour en la portada del último número de la revista. La escena erotizada puede pasar por una colección de un álbum publicitario de perfumes. Cuatro asociaciones estadunidenses enviaron una carta a la editora de la revista, Conde Nast, para señalar que “ahogar a una persona oprimiéndole el cuello no es una actitud propia del mundo de la moda y por tanto no debería utilizarse para vender revistas”. A esa escena la consideran “ofensiva” y “peligrosa”. Las asociaciones solicitan a Vogue que retire el ejemplar polémico. Richardson, sobresaltado, utiliza un lenguaje estético/psicológico/metafórico para defender el producto de su arte: “Trabajo mucho mi psicología a través de mis fotos (…) Procesas tu vida, tu infancia, tu madre, tu padre”. Nuevamente el problema de la incomprensión domina a la controversia. Lo mismo con Mahoma que con Victoria’s Secret; Ikea o Vogue. El poder de la cultura se encuentra en su esencia intangible, abstracta y personal.
Un caso reciente y perplejo es lo que le sucedido a la otrora actriz desconocida Cindy Lee García quien fue contratada para desempeñar un pequeño papel en la película La inocencia de los musulmanes. A posteriori, García se sintió engañada porque nunca le dijeron que su interlocutor protagónico sería Mahoma. En el guion original, ella tenía que entregar a su hijo a un personaje llamado Maestro George. En un primer momento, García nunca pensó que la película tenía un trasfondo blasfemo para los musulmanes. ¿Inocencia de los musulmanes o inocencia de Cindy Lee García? Su inocencia supina concluyó con la muerte del embajador de Estados Unidos en Libia, Christopher Stevens.
Con la apertura de McDonlad´s en medio mundo, la exhibición de los videos de Mahoma en YouTube, la creación de los No-Lugares donde se pierde la identidad (como sucede en los aeropuertos) y la mimetización de parques temáticos (Strabucks o Walt Disney), principalmente, pensamos que el fenómeno de la globalización tendría en ellos a los principales protagonistas de la transcultura pero no es así. La intimidad tiene el mismo número de acepciones que de culturas. Tantas, que la palabra es polisémica. Múltiples significados.
Para la cultura Facebook, la intimidad significa la máxima revelación del ser; para el ambiente Twitter la intimidad es el goce que el narcisista experimenta al sumar seguidores gracias a la revelación de un cúmulo de actos banales. La intimidad no significa intimidad. Por el contrario, es la apología por la transparencia en el siglo de la información maximalista, transparente. De ahí que los facebuqueros estén de acuerdo en que sus datos sean utilizados para cualquier tipo de objetivos; desde el comercial hasta el de espionaje. De existir conciencia, en menos de cinco minutos se desconectarían de Facebook casi mil millones de usuarios.
Cultura globali…¿qué? o tiempo (ir)real.
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