@guerrerochipres
Durante la Primera Guerra Mundial se conoció como «fiebre de trincheras» y quien la padecía buscaba ocultarla del resto de sus compañeros por temor a ser considerado débil o descartable para la vida militar.
Hoy, dentro de las fuerzas armadas, el estrés postraumático es una realidad cada vez, no más visible sino visibilizada, reconocible como elemento de atención individual y colectiva, de salud y de política pública. Se habla de ella y se responde.
El excelente reporte de Ángel Cabrera, destacado desde primera plana y revelado por 24 HORAS, sobre los trastornos mentales que dejó en los militares la guerra contra el narcotráfico emprendida durante la presidencia de Felipe Calderón, da cuenta de la importancia de la salud mental en las fuerzas castrenses y de su relevancia en un nuevo panorama de observación desde la sociedad y especialmente, en este caso, del periodismo.
Durante ese sexenio, la Secretaría de la Defensa Nacional reporta más de 2 mil 800 enfrentamientos armados con integrantes del crimen organizado que dejaron 171 soldados muertos. Una cantidad que sería constitutiva de una guerra en escenarios centroamericanos de los años 70 y principios de los 80 por ejemplo.
El otro saldo es el impacto que tuvo ese periodo en la salud mental de los militares. Entre las historias, de acuerdo con relatos de quienes recibieron terapias grupales, personales o familiares, hay casos de soldados que ya no recuerdan la o las fechas de las agresiones y han olvidado muchos otros elementos, incluso a una parte de sí mismos.
Los padecimientos van desde personalidad emocionalmente inestable, episodios de ansiedad o depresión hasta estrés postraumático.
Detectar estos problemas de salud mental es clave. Ejemplos de situaciones extremas posteriores a las guerras abundan. Soldados que afectados emocionalmente atentaron contra su vida, la de sus familiares o de otras personas no es infrecuente.
En la Primera Guerra Mundial, el fuego de la artillería fue responsable de síntomas psicóticos e inestabilidad emocional, que al principio no eran reconocidos como un problema psicológico. Y ya en la guerra de Vietnam, las bajas psiquiátricas eran frecuentes.
El estrés en la vida militar está moldeado, en parte, por la permanente alerta ante el factor sorpresa involucrador de la probabilidad de la muerte o la discapacidad; muchas veces el soldado se enfrenta a deberes que lo llevan en un estado de inseguridad y ansiedad superior al imaginado por ellos mismos; vivir lejos de la familia, además, puede provocar nostalgia, tristeza o depresión, que junto con las exigencias de la vida castrense generan estrés.
En un ambiente de rigor y supremacía de la fuerza física y mental, la vulnerabilidad puede ser ocultada para evitar burlas o por temor al rechazo, según arrojaron los estudios referidos.
A más de diez años de esa política de seguridad nacional de Calderón, la Sedena ha transformado la atención psicoemocional para colocarla en el centro de atención de los militares, además de un cambio en la forma de enfrentar al crimen organizado.