Abre de pronto la aguja su ojo estrecho y por ahí pasan en feliz carrera el magnate y el cardenal; los políticos de antiguos enconos y cada vez menores diferencias todos reunidos en la inauguración de un Perilupe en la cual hallan ocasión para demostrar la vigencia de las coaliciones reclamadas para otros escenarios, por doctos caballeros y estudiosas damas quienes hallan así la solución de los problemas nacionales: todos unidos en el nombre de los negocios y del hijo y del espíritu santo.
La ocasión no podía ser más simbólica.
Doce de octubre, fecha del inicio de la colonización de América, la cual como todos sabemos tuvo dos herramientas, la espada y la cruz.
En México esta última desarrolló a partir de 1531 un particular sincretismo concentrado en el culto guadalupano. Hace unos días con el pretexto de esta tradición, los poderes eternos del país (la iglesia, la política y el capital) se reunieron en feliz abrazo para abrir un mercado.
Claramente lo dijo el cardenal Norberto Rivera Carrera en la entrega de la Plaza Mariana cuyo verdadero nombre debería ser Plaza Santa Fe:
“Hace años, el señor Jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, sensible a las necesidades de los vendedores ambulantes, sensible a las necesidades que iban aumentando por el número de peregrinos, quiso llegar a un acuerdo de ceder el terreno que correspondía al Distrito Federal, y a cambio de ello, recibir la construcción de un mercado.
“Hoy, don Carlos Slim, hará la entrega oficial de ese mercado para la ciudad. Es un gran regalo para la ciudad, que hace don Carlos”.
Gracias a este desprendimiento (sin ulterior deducibilidad fiscal, como es obvio) el reino de los cielos se vuelve también territorio Telcel.
Pero ya sabemos cómo el manto del Tepeyac es amplio y bajo su sombra caben los maronitas, los católicos y los guadalupanos. También se borran las viejas diferencias de legitimidad electoral, por eso el presidente Felipe Calderón, a quien Marcelo Ebrard mira con respeto mientras enlaza dulcemente la mano de su señora esposa, invoca la solidez de la ingeniería para la necesaria construcción de un templo nacional a semejanza de este:
“Ojalá que en la solidez de estas columnas que nos rodean, se albergue, también, la solidez de otras columnas espirituales, que son mucho más importantes, y que sobre ellas pueda sostenerse, desde luego, una obra que debe trascender”.
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El encuentro de los políticos bajo el palio del arzobispo y la chequera del millonario, se produjo mientras en otros ámbitos se discutía un “manifiesto” de dudosa viabilidad y muy mala redacción pero sobre el cual todo mundo ha opinado.
Hubo quien llamó a esa convocatoria para una “democracia constitucional” basada en la idea del gobierno coaligado, un “papasal de buscachambas” mientras otros lo señalaron como la llamarada de petate de tres precandidatos hundidos en el sótano de sus respectivas encuestas: Marcelo Ebrard, Santiago Creel y Manlio Fabio Beltrones.
Sean cuales fueren las intenciones de los 46 abajo firmantes, al menos uno de ellos tiene la solidez política para irrumpir en la escena no sólo con esa idea sino con otras muchas cuya originalidad, al menos en el planteamiento correcto, no son ninguna extravagancia.
Beltrones no es ningún improvisado y tiene méritos suficientes para discutir (y quizá imponer) esta y otras ideas en cualquier foro, como ya lo ha hecho.Recordemos simplemente su teoría de las “erres” en la cual se basaba una necesaria, inaplazable, Reforma Política. La “R” mayúscula de las erres menores.
“Ratificación por parte del Senado a los miembros del gabinete presidencial; reelección inmediata (consecutiva, pues) de legisladores y presidentes municipales; revocación del mandato; reducción de diputados plurinominales y de senadores de lista; “referéndum”; “reducción del aparato gubernamental”; “replanteamiento de la política social”, y “redimensionamiento de la política exterior”.
Sin embargo en plena época pre electoral, con la necesidad de competir internamente por la candidatura contra Enrique Peña Nieto, Beltrones opone en grupo la teoría de los gobiernos compartidos para salir del estancamiento generado por los gobiernos divididos, lo cual tampoco es una novedad ni en su pensamiento ni en el de otros muchos ocupados por la inviabilidad del juego democrático (1).
La parálisis parlamentaria derivada de partidos sin mayoría absoluta lleva a dos caminos. El primero hacer coaliciones para romper las minorías relativas y el otro, el más sencillo, otorgarle la mayoría (“de facto”) a quien tenga la mayor de las minorías. Cláusula de gobernabilidad, le llaman sus seguidores. Mayoría artificial, le critican sus detractores.
Y en eso seguimos, como se demuestra –por ejemplo–, en la imposibilidad de hallar tres consejeros electorales, tres, para completar un órgano ahora mermado, disminuido y sujeto a censura por su in cumplimiento constitucional, pues muy claro dice el texto mayor: “…y se integrará (el Consejo General) por un Consejero Presidente y ocho consejeros electorales”, lo cual (si Pitágoras no estaba idiota) suma nueve, no suma seis como ahora.
Pero en este país todo se acomoda al gusto de la necesidad o la conveniencia, hasta el texto constitucional al cual se le saca la vuelta con una opinión del Tribunal Electoral.
–Tonsque, mi buen, ¿cómo nos arreglamos?
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Pero si en las faldas del Cerro del Tepeyac Felipe Calderón fue feliz y dichoso no lo fue tanto en la cima del cerro del Chapulín pues ahí en el alcázar otros hombres de fe y de iglesia lo tratarían de manera menos comedida.
Miguel Concha y Alejandro Solalinde, por no decir los militantes de la “izquierda mocha”, como les llaman sus detractores a Javier Sicilia y Emilio Álvarez Icaza, lo pondrían como el cochino a su lazo o el perico a su estaca, censurándolo por las “lastimosamente pobres” respuestas ante la situación del reguero de muertos en el país.
Dijo Sicilia: “(dudamos) …si quieren en verdad tomar el camino de la paz… sus decisiones, además de generar más violencia y terror, están provocando el surgimiento de grupos paramilitares que, en esta atmósfera enrarecida y atroz, se sienten autorizados para ejercer, asesinando impunemente a más mexicanos, lo que estúpidamente llaman justicia”. Concha le dijo: “…uno de los fenómenos que ha creado esa visión militarizada, que no queremos, es el surgimiento de grupos paramilitares de limpieza social, cuando menos tolerados y esperamos no directamente promovidos por los gobiernos federal, estatales y municipales”.
El padre Solalinde quien había promovido el perdón no fue lejos por la respuesta: no señor, será usted muy respetable “en su curato”.
La reunión, quizá la última con este movimiento condenado a la parálisis por la desatención de la cual sus integrantes se quejan y ante la cual se sienten como si le hablaran a la pared o al sordo del pueblo, había sido complicada desde la organización cuando se les quería hasta cambiar de nombre pues como si no estamos en guerra buscamos la paz, les decían en Gobernación.
Y ante la llegada de los civilistas, luchadores sociales cuya asimilación ellos juzgan hecho evidente como Alejandro Martí o las señoras Wallace y Morera, todo se fue por el caño de la indiferencia.
Yo digo sí; tú dices no y ambos le llamamos a eso diálogo.
Pero en esta ocasión la junta de los monólogos sirvió para avisar por dónde vienen las cosas: los gobernadores como eslabones y cómplices de la delincuencia, muy claros mensajes para Fidel Herrera y Ulises Ruiz.
Quizá por eso la señora Miranda de Wallace respalda la lucha presidencial y hace la segunda voz y arremete contra Humberto Moreira, el presidente del PRI, quien dejó endeudado a su estado y “con un alto grado de impunidad en materia de seguridad” en un ámbito de corrupción solapadora en los gobiernos estatales.
“No podemos concentrar todo –dijo—en el gobierno federal”.
En esa prolongada tarde de las seis horas inútiles, nadie bajó la rampa del castillo con una mínima sonrisa. Algunos llevaban un amargo sabor.
En esta ocasión nadie abrazó ni besó al otro.
Se impusieron las distancias y las cosas volvieron a ser como siempre han sido cuando se confunde el diálogo (una herramienta), con una finalidad.
“Estoy muriendo solo de veloces venenos”, escribió Efraín Huerta.
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Por la noche, lejos de la laguna y allá en el llano, Guadalajara es el centro de la alegría y el orgullo nacionales.
–¿Te imaginas, oír el Himno con Vicente Fernández quien a los 80 años todavía no se aprende una letra? Cuanta emoción.
Se luce Emilio González Márquez, gobernador de Jalisco, con un discurso simplón pero al menos de corridito y la inauguración de antorchas voladoras, papalotes humanos cuyos rectángulos se desprenden hermosamente de magnos cuadros célebres de Tamayo, Rivera, Orozco y Kahlo resulta muy lucida tras el mensaje olímpico deletreado (no leído) por Mario Vásquez Raña y el mensaje de paz de Felipe Calderón.
Emilio y Alonso Lujambio alguna vez aspiraron a la candidatura del PAN.
Los dos resultaron buenos para trabajar con los coreógrafos aéreos del “Five Currents”.
Lujambio tiró un platal en los deslucidos festejos del Bicentenario (“Estela de luz” no incluida) y la sola inauguración de los Panamericanos tapatíos costó 23 millones de dólares. Ambos declinaron.
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