El paso de la revolución de la comunicación deja a muchos zombis sembrados en el pasado. Por ejemplo, hoy, 8 de noviembre, tenemos la idea de que la Navidad está por llegar. Es decir, pensamos que la medición del tiempo hoy es la misma que la se utilizó hace 10, 20, 100 años o más. Existen personas que, con la complicidad de la fe, creen que los minutos hace a la persona y no la persona al tiempo. Sesenta segundos se transforman en minuto; sesenta de éstos se transforman en hora. Por 24, el día. Por 365, el año. Felicidades.

Una de las variables espejo que nos dice que el tiempo ha cambiado es el rating. El de los noticieros de la televisión presenta una tendencia a la baja. El prime time se convierte en mito. Hace 20 años el rating promedio de un noticiero del canal de televisión estelar en horario estelar era superior a los 20 puntos. Hoy se encuentra en 15. ¿Dónde quedó la atención de la demografía de los consumidores de noticias?

 

Los ingenieros de la persuasión, es decir, los mercadólogos nos dijeron que los productos presentan, como los humanos, ciclos de vida. Philip Kotler, quien ha escrito nueve de cada diez libros sobre marketing, intuyó que después de la revolución industrial llegaría la de la publicidad para alegrar a los espíritus: el consumo como terapia de vida feliz. En la última década del siglo pasado Naomi Klein centró su atención en que la competencia se ubica en la mente de las personas. No estar en la mente es morir permanentemente.

 

La realidad en 2013 es que gente como Steve Jobs catalizó los ciclos de vida y apostó por la publicidad viral. Es como si al ser humano le hubieran reducido la esperanza de vida: se proyecta, desarrolla el embrión en nueve meses, nace, crece, madura y muere… a los 10 años.

 

Hablemos de aquellos que le han quitado segundos al minuto.

 

Ayer, el nicho elaborado para el pájaro más famoso de la globalización, Twitter, fue aposentado en la capital de la Confianza, la Bolsa de Nueva York (NYSE). De los 25 dólares por acción estimados hacia el miércoles por la noche, el precio por la acción fue revelado ayer en la apertura de la sesión en casi el doble (46 dólares hacia las 13:20 hrs.). Después de la emoción, la burbuja se romperá y entonces sí el mercado determinará el valor de la acción en 33 dólares, según el gurú Mark S. Mahaney de RBC Capital Markets, otrora estrella del City Bank. Las coberturas (seguro con el que se amortigua el riesgo) oscilan entre 32 y 43 dólares el precio (Evercore Partners y Cantor Fitzgerald, respectivamente).

 

Twitter es un producto polisémico, como suelen ser los que se producen en la era tecnológica. Que no nos sorprenda. Décadas atrás Nokia fabricaba botas campiranas hasta que un bien día decidió ingresar al mercado de telefonía. Después, Microsoft se la desayunó. En 15 años no sería extraño que Apple compitiera con Danone, Yoplait y Nestlé el mercado de yogurt.

 

Twitter es una pasarela de cerebros; puerta de emergencia de la ocurrencias; videojuego de palabras; agencia de noticias banales; catedral de ociosos, entre muchas acepciones. Lo que es cierto, es que Twitter, poco a poco se ha convertido en una marquesina publicitaria: Colgate, la sonrisa que hipnotiza. Coca Cola el agua milagrosa. Viagra, la permanencia voluntaria. Fulano de tal: orgulloso e irónico. Menagano de Tal, experto en cienciología y Águila por convicción.

 

Curioso, para el común de los tuiteros está de moda ser irónico. Pocos tuiteros se autodefinen como estúpidos por naturaleza e imbéciles por convicción. No es necesario, basta leer un tuit para descubrir su contenido cerebral.

 

Más allá de los contenidos y de todas las acepciones de Twitter, su gran aportación es su enemistad con la retórica. En 140 caracteres no caben los mensajes de bostezo. Seguir bostezos es perder el tiempo conformado por milésimas de segundo.

 

¿Cuántos bostezos sigues y te describiré los rasgos de tu personalidad?

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *