Felipe Calderón fue tan mezquino e insensible con las víctimas de la violencia que desató su estrategia contra el narcotráfico, que hasta la posibilidad de tener una ley les negó. Ayer, esa ley que el ex presidente había vetado, al impugnarla constitucionalmente, finalmente fue promulgada y se marca así un antes y un después en la parte más dolorosa de la espiral violenta que ha vivido el país en los últimos años: la de quienes son víctimas de esa violencia.
A partir de esta ley, al menos en el texto, quienes sufran por un ataque de criminales, un fuego cruzado, un abuso de fuerzas del Estado o cualquier otro tipo de fenómeno violento que atente contra su integridad física y emocional, no podrán ser abandonados a su suerte por las instituciones, tendrán derechos y apoyos obligatorios, no podrán ser ignorados y mucho menos, la peor de las prácticas del pasado sexenio, no podrán ser víctimas criminalizadas.
Porque en esa condición terminaron miles de víctimas de la violencia en el sexenio calderonista, la de “sospechosos” al menos, cuando no “presuntos criminales” o en el peor de los casos “gente que andaba en malos pasos”. El discurso oficial que estandarizó a los más de 70 mil muertos reconocidos oficialmente, nunca quiso distinguir entre quienes murieron, efectivamente por ser parte del crimen organizado, en enfrentamientos con las autoridades o en ajustes de cuentas entre grupos criminales, y las víctimas civiles que también se contaron por miles y que tuvieron la mala fortuna de estar en el lugar y el momento equivocados o fueron confundidos o atacados o murieron víctimas de abusos militares. Algún día tendría que poder hacerse esa separación y reivindicar así la memoria de las víctimas inocentes de esta guerra.
Por lo pronto ayer esta nueva Ley General de Víctimas fue celebrada dentro y fuera de México, por ser una de las primeras en el mundo que reconoce los derechos de quienes sufren los efectos de la violencia y le da carácter legal y obligatorio a la atención que les debe brindar el Estado. El propio Javier Sicilia, después de sus acostumbrados abrazos al presidente Peña Nieto (que por cierto ya no se dejó dar el beso por el dirigente del Movimiento por la Paz ni éste intento dárselo) reconoció la decisión de finalmente publicar esta ley que es producto de su movimiento y que representa un triunfo para cientos de víctimas y familiares de víctimas que la impulsaron.
El acto en sí mismo estuvo lleno de mensajes: si Calderón se molestaba cuando lo encaraban los familiares de las víctimas y rara vez llegó a tener una expresión de duelo o solidaridad para ellas, ayer Peña Nieto afirmaba que su gobierno “no tendrá oídos sordos a los reclamos por la violencia”. Si Calderón se indignó porque el Congreso no atendió sus observaciones a la ley -hechas fuera de tiempo- y decidió vetar la ley con una controversia constitucional, ayer el nuevo Presidente dio instrucciones a su secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, para que de inmediato instale las mesas de diálogo con organizaciones civiles que permitan “materializar” la ley de víctimas.
Al final, el contraste era evidente: si para el gobierno anterior las víctimas fueron cifras, “daños colaterales” “costo necesario”, para el actual, según dijo ayer el titular de Gobernación, son “historias de dolor, familias agraviadas y vidas rotas por la violencia y el crimen”. Un giro de 180 grados en un tema que sembró a regiones enteras del país de llanto, angustia y dolor en los últimos años.
NOTAS INDISCRETAS… Eduardo Medina Mora partió a Washington con todos los apoyos y reconocimientos a sus cartas credenciales. El Congreso, por supuesto arropado por el PRI, le dio todo su respaldo y en un acto poco usual le tomó protesta en pleno en la Comisión Permanente. Casi nadie duda que el nuevo embajador irá a hacer un buen papel a Washington donde, su antecesor, Arturo Sarukhan, le deja un hueco difícil de llenar por las estrechas relaciones que llegó a tener con la administración Obama. En fin, que todo iba de maravilla para Medina Mora hasta que ¡cataplum!, se cayó en los escalones del Congreso y fue levantado en vilo por los congresistas. Ojalá no sea un augurio de lo que le espera en Washington… Los dados mandan su primer Serpiente del año. Mal tino.