¿Imaginan a un priista atrapando de verdad la atención del Pleno de la Cámara de Diputados -incluida la izquierda, por supuesto- en medio del debate de las nuevas leyes de Petróleos Mexicanos y de la Comisión Federal de Electricidad?
Pues ocurrió…
Y no sólo hizo volver hacia él -por el puro tono de voz, en un principio- los rostros de legisladores, periodistas y ayudantes congregados en el salón de plenos, sino que logró pasar por la tribuna sin llevarse rechiflas, abucheos o algún grito mordaz.
Ya no digamos obtener un nutrido aplauso de Marco Antonio Bernal y de la bancada tricolor en conjunto al término de su intervención.
Bueno, el tribuno en cuestión fue el guanajuatense Francisco Arroyo Vieyra, vicepresidente de la Mesa Directiva de San Lázaro.
Su participación ocurrió cerca de las 16:30 horas, al cierre de la primera ronda de alegatos, luego de que los perredistas -incluido su coordinador, Silvano Aureoles- se manifestaron en la tribuna y dejaron al pie de la misma una nueva manta con la leyenda: “Gobierno o individuo que entrega los recursos naturales a empresas extranjeras traiciona a la Patria”.
Para entonces habían cruzado por el atril no pocos legisladores del PRD (Luis Espinosa Cházaro llevó la batuta), del PT (¡hasta Alberto Anaya apareció!), Movimiento Ciudadano, además de los muy activos diputados de Acción Nacional, Rubén Camarillo y Juan Bueno Torio.
Se plantó pues Arroyo Vieyra ante el micrófono y con magnífica entonación inició su discurso:
“En una de las sesiones más largas de la historia de México, ésta que ya suma para estos momentos más de 40 horas -recordemos que es la misma del lunes-, que tiene aproximadamente más de 260 oradores, que ha procesado un sinnúmero de reservas, ha campeado un ánimo encontrado y hemos tenido a la escucha discursos que parecen sin fin. A veces, por cierto, esquizofrénicos”.
Sería el tono de voz, sería su capacidad escénica y parlamentaria, el caso es que se hizo el silencio en el recinto para escuchar al orador (algo que muy pocos han logrado en estas sesiones). En la izquierda se pusieron en guardia. Los panistas clavaron su mirada en el orador. Los propios priistas dejaron sus teléfonos móviles de lado y pusieron atención.
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VENGO A DECIR LA VERDAD.- Todavía no se calentaban tanto los ánimos de los diputados -en especial de las féminas-, como ocurriría al acercarse la noche, cuando Arroyo Vieyra dijo que asistía a la Cámara de Diputados “a legislar sin complejos, a ver a mis compañeros con respeto y a tratar de decir la verdad, viendo que el otro en algún momento de la historia sepa por qué la dije”.
Preguntó entonces: ¿Es el petróleo causante de la riqueza nacional o es, en este momento como está, causante de nuestra desgracia?
A mí me enorgullece legislar para combatir los monopolios y, hasta ahora, hemos encontrado la fórmula para combatir los monopolios privados, aseveró. “Este día estamos también combatiendo los monopolios públicos”.
En este que es quizá “el debate más importante desde el Constituyente”, el priista argüiría en defensa de la posición de su partido -y de las leyes secundarias a discusión- que era momento de pensar con cierta sensatez “en tener empresas del Estado mexicano y en tener una Constitución que diga lo que es real y lo que no se va a cambiar”.
Concluiría con estas palabras: “Vamos a legislar para poner a México a tiempo. Vamos a enorgullecernos de lo que estamos haciendo. A mí me enorgullece ser parte de un proyecto político que encabeza estadistamente el Jefe del Ejecutivo. No me da vergüenza ni es barba”.
Hasta aquí Arroyo Vieyra. Valga el ejemplo de su intervención para ver el otro lado de la moneda e ilustrar lo que muchos priistas creen. Les asista o no la razón y aunque el perredista Miguel Alonso Raya se burlara poco después con un “hemos escuchado actos de contrición de quienes enarbolan el nacionalismo revolucionario”.
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