Hace un año, el astrónomo español Jaime Nomen trabajaba en el observatorio de La Sagra, en Granada, cuando descubrió un asteroide de aproximadamente 50 metros de diámetro al que designó, según la nomenclatura correspondiente, como 2012 DA14.

 

Astrónomos, astrofísicos y demás científicos afines denominan a los asteroides, cometas y otro tipo de detritus más pequeños como NEO´s (Objetos Cercanos a la Tierra, por sus siglas en inglés). La diferencia básica entre asteroides y cometas es que los primeros están compuestos mayormente por metales, en tanto que los segundos son cuerpos formados por hielo que, al acercarse al Sol, generan una cauda luminosa de gas y polvo, de ahí su nombre, que en griego significa “cabellera”.

 

Luego de una serie de rigurosos cálculos, se determinó que el meteorito pasaría muy cerca de la Tierra; incluso se llegó a considerar la posibilidad de una eventual colisión durante este mes, de modo que el 2012 DA14 fueobjeto de un detallado seguimiento. Hoy sabemos que el próximo viernes pasará a 27 mil 700 kilómetros de la superficie terrestre, muy lejos en términos de nuestra especie pero, en parámetros siderales, esto es un auténtico “rozón”, especialmente si notamos que la Luna está a 384 mil 500 kilómetros, en promedio.

 

Sin embargo, lo que sí está en el paso de este asteroide es una considerable cantidad de satélites artificiales y de la llamada basura espacial, producto de estos artefactos ya sin “vida útil”. De modo que, si bien se descarta una colisión, el fenómeno nos permite reflexionar sobre qué tan preparados estamos los humanos para hacer frente a una eventual contingencia de esta naturaleza. Hasta hoy no había registro de que un asteroide del tamaño del 2012 DA14 se haya acercado tanto a nuestro planeta.

 

A principios del 2013, el Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE) anunció el seminario ““Respuesta internacional ante la amenaza de impacto a la Tierra por un asteroide”, impartido por el doctor Sergio Camacho Lara, secretario general del Centro Regional de Enseñanza de Ciencia y Tecnología del Espacio para América Latina y el Caribe (CRECTEALC), y que se habría llevado a cabo el jueves 24 de enero, en el auditorio principal del INAOE, en Tonanzintla, Puebla.

 

El objetivo central del seminario fue generar la reflexión respecto de cómo el desarrollo del conocimiento científico nos permite a los humanos la posibilidad de intervenir ante una eventualidad que pudiera resultar catastrófica. ¿Intervenir? Sí, gracias al avance de las ciencias del Espacio esta cuestión escapa de toda ficción y puede ser planteada de manera genuinamente seria y rigurosa.

 

Tomemos en cuenta lo siguiente: todos los días, los asteroides se impactan contra nuestro planeta; de hecho, se calcula que aproximadamente una tonelada de estos residuos son atraídos por la fuerza de gravedad terrestre pero, como se trata de cuerpos muy pequeños, con diámetros que van de unos centímetros a unos cuantos metros, se fragmentan al arder por el contacto con la Atmósfera. En ocasiones podemos verlos en forma de “estrellas fugaces” o “lluvia de estrellas”.

 

Esto quiere decir que una contingencia catastrófica dependería de factores como: el tamaño del meteorito, su trayectoria, el punto de impacto con la Tierra, etcétera, de modo que las consecuencias podrían ir desde la imperceptible caída de material incandescente hasta la extinción de la mayoría de las especies del planeta, como apunta cierta teoría respecto de la desaparición de los dinosaurios.

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