A lo mejor de tiempo en tiempo valdría la pena recordar la frase sacramental de las Cortes de Aragón cuando al coronar a sus reyes les precisaban: “Nosotros, de quienes uno es tanto como vos, y juntos más que vos, os hacemos rey para que cuides nuestros fueros y privilegios, y si no, no”.

 

En todo caso la vimos todos… o casi todos porque en el norte del país hubo “apagón” y a lo mejor no se enteraron, pero ahí estaba el miércoles 29 de mayo en el aeropuerto de Quintana Roo; era una señora despeinada y en la histeria quien gritaba a toda voz su enojo por no poder subir al un avión y quien enarbolaba su posición política: salvadora de la patria que dijo ser; irremediable heroína de mil batallas, libradas en campos mil, para conseguirnos casa, comida, sustento y justicia a todos los mexicanos.

 

En todo caso, la esencia del momento era una y única. La señora Luz María Beristáin dijo ser senadora de la República mexicana por el estado de Quintana Roo, yucateca que es y, por lo mismo, dijo que los mexicanos de a pie, los de la  labranza, los del trabajo cotidiano, los del sudor en la frente y los de mostradores de atención pública están ahí para obedecer y callar.

 

Porque ella y ellos, los poderosos políticos de este país son seres supremos: ya gobernadores o diputados o senadores… según dijera en su parlamento frente a una sola escucha, que era la empleada de la línea aérea. “¡Cómo se atreve alguien a faltarle al respeto a quien es parte de la más alta tribuna del país!”

 

El problema es la visión equivocada que tienen del poder los políticos, hombres y mujeres de mirada superaquilina, los mismos que se reúnen en los lugares visibles para abrazarse y sacudirse la espalda en forma estruendosa para que todo el mundo sepa el tamaño del poder que tienen, aunque la nota de su comida y sus vinillos y la propina generosa la paguemos nosotros, los de a tres pesos el boleto de Metro, con nuestro trabajo.

 

No hay en muchos políticos o poderosos del águila que conozcan el sentido del trabajo responsable, el sentido de la dignidad con ética y el sentido de la humildad. Lo hemos visto una y mil veces. Lo hemos visto cuando gobernadores o burócratas de medio pelo pendejean a sus empleados; lo hemos visto cuando hijos de políticos se enriquecen y dan coscorrones a quienes se paran enfrente; lo vemos cada día en una cada vez más visible corte de ladies y gentlemen que son capaces de agravio y humillación a otros, en su poder omnipresente.

 

No se les mete en la maceta que ellos, a quienes otorgamos fueros y privilegios, son nuestros servidores; que somos nosotros quienes les pagamos para ello. Y, como ocurre cuando un empleado no está haciendo bien su trabajo o indignamente lo traiciona: o se le debe amonestar para que cumpla su compromiso o, de plano, no debe estar ahí.

 

Pero en este caso son los partidos políticos los responsables de gente como la señora Beristáin. Porque son ellos quienes seleccionan a sus candidatos a partir de sus intereses o compromisos. Son los partidos políticos los que nos traicionan al poner ahí a gente incapaz, inútil, insensible, sin responsabilidad nacional y sí muy llenos de sí mismos.

 

Naturalmente, la señora Beristáin es la muestra de lo que ocurre de forma cotidiana en el mundo, pero sobre todo en nuestro país, que es el único que tenemos y el que más nos importa.

 

Ella dice que es “una mujer fuerte, valiente y apasionada, que se defendió de una injusticia y que es una víctima por lo sucedido” y que “una golondrina no hace verano” y pidió disculpas pero no pidió disculpas porque dice que “esto no ha terminado”… mmmm

 

La autoridad, para que lo sea, el poder, para que lo sea, debe sustentarse en la ética, en el respeto y en la dignidad del cargo.

 

Cuando los deberes y obligaciones son utilizados para el agravio y la arbitrariedad no es poder porque al cometer estos actos se reniega de él y genera resentimiento y decepción entre quienes les otorgaron ese poder momentáneo. Por cierto ¿Qué dice el PRD a todo esto? jhsantiago@prodigy.net.mx  Twitter:@joelhsantiago

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