En las últimas semanas se ha hablado de todo sobre el futuro inmediato del país y de la economía una vez que el priista Enrique Peña Nieto asuma la Presidencia de la República el próximo sábado 1 de diciembre.
Pero hay un asunto crucial para la construcción de ciudadanía, para la fortaleza de las instituciones y para el futuro de las libertades económicas que ha sido peligrosamente olvidado o, al menos, ha sido abordado en voz baja en las esferas públicas. Se trata de la consolidación de una prensa independiente.
En una entrevista con el diario español El País, David Remnick, director de The New Yorker, una de las publicaciones de mayor prestigio en el mundo del periodismo por su larga trayectoria ejerciendo una prensa profesional y crítica y por sus extraordinarios resultados financieros a pesar de la crisis que agobia a la prensa tradicional, recordó algo que no se puede olvidar sin sufrir las consecuencias por ello: “Sin una realmente rigurosa cultura de investigación, de explicación, de contar bien las historias, de presionar al poder, de mantener la independencia, no hay periodismo. Y sí, este tipo de periodismo es muy caro, pero hay algo más caro para la sociedad: no tenerlo”.
Remnick tiene razón. La soterrada lucha que se libra a diario por parte de los grandes poderes económicos privados en México, poderes dominantes en sus sectores y espacios geográficos, son ahora el mayor desafío y amenaza para la supervivencia de una prensa local cada vez más debilitada.
Los vitales espacios de independencia y de crítica que se requieren en la sociedad económica para mantener vivos los equilibrios del poder, la transparencia y el cumplimiento de las normas básicas, se han cerrado peligrosamente amenazando el futuro de nuestra sociedad y de una economía basada en la competencia, en la apertura y en las oportunidades para todos.
En los debates públicos sobre asuntos críticos para el futuro de la economía y de las libertades en general, como la industria de la televisión o de las telecomunicaciones, ya estamos pagando el precio de la ausencia de una prensa económica independiente. Es vergonzoso constatar cómo desde las oficinas de las grandes corporaciones privadas se dictan por igual a directores de diarios, a columnistas y articulistas “influyentes y bien remunerados”, los trozos de texto que deben publicar al día siguiente para alimentar sus particulares intereses. Un ritual de ignominia vestido de periodismo.
Por eso hacen falta más cadenas de televisión abierta y de paga en el país, más proyectos de periodismo digital, más periodismo local; incluso más y nuevas propuestas de periodismo especializado. Por eso adquiere relevancia la reducción de los topes a la inversión extranjera en el sector y el aliento a la competencia de medios que apuestan su rentabilidad a la credibilidad entre audiencias cada vez más educadas, demandantes y participativas como fue el caso de los jóvenes del movimiento #YoSoy132.
El reto de la supervivencia y del fortalecimiento de una prensa especializada independiente va más allá de las rentabilidades en una hoja contable. Su pérdida tiene un alto costo para todos.
samuel@arenapublica.com | @SamuelGarciaCOM | www.samuelgarcia.com
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