¿Te das permiso de sentir eso que te da más miedo o no te gusta sentir? Mi experiencia personal ha sido, por muchos años de mi vida, la de cuidarme y no sentir por el miedo a conectarme con esa emoción que de niña percibí como algo amenazador y no aceptado por mi medio familiar.
Les era muy molesta mi reacción natural, no les gustaba que llorara tanto por sentirme sola; lo que yo sentía entonces, hoy lo puedo identificar con una profunda tristeza que ni yo misma sabia claramente de donde venía, y cuando sucedían cosas que no tenían que ser extraordinarias sino del día a día, pero que me conectaban con esta herida de abandono, de pérdida, de no ser vista y aceptada con todo lo que era, lloraba.
Y lloraba sin poder controlar la emoción; hasta que por fin en algún momento de mi infancia logre contenerlo y sobreponerme ahogando esa sensación de sentir que las lágrimas salían de mis ojos sin control, secando mi llanto y formando esa coraza que permitía apagar mis emociones y guardarlas en lo más profundo de mi ser, para sentirme segura y aceptada, constituyéndome desde entonces con esa mujer de imagen “fuerte” y “perfecta” que sí era aceptada en el mundo.
Este es un ejemplo de cómo se van constituyendo las personalidades y las armaduras, desde esas experiencias de vida que aparentemente son insignificantes, pero que para esa niña o niño causaron un gran impacto y así nos vamos formando y constituyéndonos como seres “adaptados” a un mundo hostil que no nos acepta con todo lo que somos y que no puede satisfacer todas nuestras necesidades individuales.
Es así que se forman las corazas con las que respondemos la mayor parte de nuestra vida, que nos ayudan a sobrevivir, pero que con el tiempo trabajan en contra nuestra; sin embargo, si trabajamos en algún momento con ese dolor escondido abajo de ellas podemos usarlas y manejarlas de acuerdo a nuestras necesidades personales de manera consciente, evitando que reaccionemos sin control.
Es a partir de un trabajo de autoconocimiento y autoaceptación que podemos integrarnos más como personas para sentirnos más seguros y satisfechos con todo aquello que somos, porque abajo de las corazas está nuestra luz interior que brilla inmensamente y la que también forma parte de nosotros.