¿Cuántas veces sucede en nuestra vida que por cubrir los requisitos que la sociedad impone, como por ejemplo cuidar la imagen adecuada y aceptada socialmente (delgadísimos siempre), nuestra forma de comportarnos (sin expresar nuestros sentimientos, porque no hay que mostrarnos a los demás), nos vamos ajustando más a cubrir  las demandas externas que a atender nuestras necesidades internas  reales? ¿Cuántas veces sucede que nos preocupamos más por el qué dirán para sentirnos que formamos parte o somos aceptados por el grupo social al que quisiéramos pertenecer? Y por consiguiente dejamos de ser nosotros mismos, convirtiéndonos en simples actores de los roles que la sociedad nos va dictando y dejamos de vivir en congruencia con lo que realmente somos y sentimos, porque nos da miedo mostrarnos reales, diferentes, vivos, vibrantes, tal cual somos, llegando incluso al grado de desconocernos a nosotros mismos.

 

¿Cuantas veces más preferimos no exponernos ni entregarnos a una relación por el miedo a que nos lastimen, a que nos dejen y preferirnos no abrirnos a la oportunidad y posibilidad de vivir un amor intenso que nos haga sentir vivos con todos los riesgos que ello implicaría? Preferimos andar por la vida dormidos sin sentir, sin conectar con nuestras necesidades esenciales y naturales como seres humanos para no exponernos al dolor, cumpliendo ciertos roles que los estatutos morales nos imponen, sin arriesgarnos a vivir por miedo.

 

La vida, desde donde yo la veo, está para aprender de ella y para que la disfrutemos intensamente, aun cuando esto implique arriesgarnos a que nos duela, hay que confiar que con el tiempo iremos aprendiendo a movernos dentro de los límites saludables para saber hasta dónde está bien para nosotros sin exponernos de mas, y sin dejar de apreciar y vivir intensamente lo que sí tenemos, lo que nos hace realmente sentir y vibrar.

 

Vida_Cotidiana-1_160Creo que siempre vale la pena correr el riesgo de “VIVIR”, disfrutando por ejemplo una rica comida, un buen vino sin excedernos, darnos chance de bailar, cantar, correr, gritar, hacer todo aquello que nos haga sentir vivos, sentir que la sangre corre por nuestras venas sin poner en riesgo nuestra salud, claro, ya que todos los excesos son malos de un lado y del otro, con la apertura a la experiencia poco a poco podríamos ir encontrando  ese espacio donde podamos conectarnos saludable e intensamente con la vida y realmente vivirla. Sólo hay primero que exponernos y arriesgarnos a vivir.

Te invito a que te des permiso y lo experimentes, arriésgate, que vivir siempre valdrá la pena.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *