El trabajo personal es la base para mejorar la relación con uno mismo, y de ahí la relación con los demás. Es un hecho que si no nos proponemos conocernos a nosotros mismos para darnos cuenta de cómo es que funcionamos y reaccionamos en nuestro día a día, es más difícil que podamos transformar dichas respuestas que en ocasiones son poco adaptativas y funcionales, que nos llevan a generar y reproducir relaciones conflictivas que son una manifestación del conflicto interno que estamos viviendo; sin darnos cuenta de ello, sólo tenemos la capacidad de echar culpas fuera de nosotros, responsabilizando a los demás de lo que nos sucede y que muchas de las veces es nuestro.
Esta forma de actuar o conducirnos en la vida genera una gran inestabilidad y desarmonía en nuestras relaciones, ya que lo que vivimos internamente (conflicto o armonía) es lo que generalmente se manifiesta en nuestras relaciones. Tanto la luz como la sombra se asoman y se dejan ver. Es decir, lo que soy por dentro se manifiesta fuera de mí, en mis relaciones; si soy una persona con muchos conflictos internos, lo consecuente es que sea una persona con muchos conflictos en mi relación con los demás. Y si no trabajo para conocer de dónde vienen estos conflictos y los resuelvo saludablemente, pues difícilmente podré tener la capacidad de sanar mis relaciones con los otros, aún con aquellos que más amo como mis hijos, mi pareja, mi familia en general o en mi relación laboral, con mis compañeros de trabajo o con mi jefe.
Cuántas veces nos sucede que tenemos un problema que se repite en varios de los ámbitos de nuestra vida y no nos damos cuenta que nosotros somos los que lo estamos generando, porque estamos co-creando el conflicto, lo alimentamos con la energía de los asuntos no resueltos internamente de forma totalmente inconsciente y este se repite y se repite sin que sepamos por qué nos suceden las cosas así.
Generalmente, en circunstancias como ésta, no nos damos cuenta que somos parte del problema y, tristemente, lo que nos acomoda es funcionar como víctimas de las circunstancias. Funcionar como víctima nos ha permitido sobrevivir en el mundo, obteniendo ganancias secundarias, porque también aprendemos a manipular a los demás para que nos “salven” y nos saquen de los “apuros” o problemas en los que constantemente estamos metidos, porque si los generamos y alimentamos para seguir en el papel de víctima podemos hacer que el otro se conduela de nosotros y se responsabilice de aquello que nosotros no nos queremos responsabilizar.
Esto se puede convertir en un círculo vicioso del que difícilmente logramos salir mientras tengamos a todos aquellos salvadores que, dicho sea de paso, lo hacen porque ellos también tienen una necesidad poco saludable que cubrir; la relación se convierte en una relación codependiente, donde siempre existe un “salvador” y ese alguien a quien “yo puedo salvar”. Uno de los problemas de la codependencia es que se transforma en un círculo negativo para ambas partes, donde los dos tienen necesidades no saludables que satisfacer y lo hacen a partir de las necesidades del otro y así se enganchan, uno jugando el papel de víctima y el otro el papel del que salva y controla todo (aquí su ganancia secundaria), sintiéndose indispensable y útil en la vida a través de resolverle los problemas al otro, poniendo al otro en muchas ocasiones antes que a el mismo, y no dejando que el otro madure asumiendo la responsabilidad de su propia vida.
Este tipo de relación es peligrosa pues es complicado salir de ella porque ambos están enganchados desde sus carencias, desgraciadamente este tipo de relaciones se dan más de lo que creemos. De aquí la importancia del trabajo personal.