El Celta complicó su presencia en la final de la Liga Europa después de perder en Balaídos contra el Manchester United en un encuentro que tuvo controlado el conjunto de José Mourinho, que desaprovechó tres buenas ocasiones en la primera parte, pero resolvió el partido con un tiro de falta de Marcus Rashford en el minuto 67.

 

Solo tocó una pieza Berizzo en su equipo ideal: Roncaglia acompañó a Cabral en el centro de la defensa. Quedó en el banquillo Fontás, menos rápido y combativo que el argentino. Era el equipo esperado. Pero no fue el Celta valiente que aguardaba Balaídos.

 

Y eso que tuvo la pelota en el comienzo, una fase de control que se concretó con una gran ocasión malgastada por Wass. El mejor -casi único- aviso gallego del primer tiempo: un centro preciso de Radoja que cabeceó desviado Wass a escasos cinco metros de la portería.

 

Solo llegaron después un tiro lejano de Wass y un par de intentos de Sisto. Le faltó al Celta descaro, creatividad en zonas de ataque. Los centrocampistas no se asociaron con Aspas, desconectado. Ni tan siquiera el equipo fue agresivo en la presión al rival.

 

El Manchester se acomodó a ese guión: poco ritmo, pocas ocasiones de gol. Tampoco el equipo de Jose Mourinho fue voraz en ataque. Solo ofreció destellos de calidad. Guiado desde la enorme presencia de Pogba, el Manchester afiló su ataque: quiso esperar un simple fallo del rival y combinar rápido en la salida.

 

aarl