La crisis migratoria en México es alarmante. Y no sólo me estoy refiriendo a la frontera norte con Estados Unidos, donde la amenaza del presidente norteamericano Donald Trump de regresar a los indocumentados a suelo azteca ya se está cumpliendo al ritmo de cuatro vuelos diarios. En la frontera sur, principalmente en la de Tapachula, Chiapas, los migrantes haitíanos, venezolanos, guatemaltecos, beliceños, nicaragüenses y hondureños a diario pasan por un infierno porque están a merced del crimen organizado y el Instituto Nacional de Migración (INM)que ni los ve ni los oye a pesar de que los casos de extorsión y secuestro han repuntado en las semanas más recientes.

El trato que se le da a los migrantes mexicanos, centroamericanos y sudamericanos es inhumano.

Del 20 al 26 de enero de 2025, debido a las nuevas políticas migratorias del presidente Donald Trump, han sido deportadas a México un total de 5 mil 282 personas, de las cuales 4 mil 083 son mexicanas. El 27 de enero arribaron 527 personas y el 28 de enero  llegaron 435. A este ritmo, mensualmente estarían regresando a nuestro país un promedio de 25 mil individuos para los que no hay destinada una partida presupuestaria que contemple alimentación, vivienda y empleo.

Del mismo modo, se tiene que considerar la situación de los migrantes centro y sudamericanos que se internan a México con la intención de llegar a los Estados Unidos y que lamentablemente ya no podrán ingresar a la Unión Americana porque las autoridades migratorias estadounidenses ya sellaron la frontera desde Baja California hasta Tamaulipas, por lo que de manera temporal se quedan en nuestro país padeciendo lo peor de lo peor.

Y como botón de muestra aquí en la Ciudad de México tenemos infinidad de escenas dramáticas en el Periférico, el Viaducto, en Paseo de la Reforma, en la inmediaciones de Buenavista, en Iztapalapa, Insurgentes, Tláhuac… hombres y mujeres de distintas nacionalidades (principalmente haitíanos y venezolanos) arriesgando sus vidas y las de sus pequeños pidiendo una moneda entre los vehículos en marcha, durmiendo a la intemperie en pleno invierno, buscando comida entre los desperdicios, algunos incorporándose temporalmente al comercio informal (ambulantaje) o limpiando parabrisas en los semáforos.

Terrible, terrible en verdad…

Las condiciones en las que transitan los migrantes de otros países que cruzan por México son espantosas. Hay retenes, extorsiones, secuestros, maltrato y muchísima incertidumbre para niños, adultos y personas de la tercera edad (muchos son discapacitados). Estados Unidos no se va a ablandar y eso significa que los indocumentados se quedarán (aunque sea de manera temporal) en México. Y esto, lamentablemente, es el resultado de la fallida política de “fronteras abiertas” que adoptó la administración de Andrés Manuel López Obrador con su secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero. Ambos se encargaron de alimentar y de heredar un caos que ahora con las deportaciones dispuestas por Donald Trump esto se va a transformar en una situación incontrolable, porque implementar un programa efectivo con refugios, salubridad, logística, alimentación y cuidados especiales requiere de recursos que en estos momentos no tenemos.

Huele a desastre.

 

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