Desde la Secretaría de Educación Pública (SEP) están muy preocupados de que nuestros niños y adolescentes consuman comida chatarra en los planteles escolares. Sin embargo, prácticamente nadie ha comentado absolutamente nada sobre otro tipo de chatarra que nos está envenenando irremediable e inexorablemente como sociedad: La narcocultura.
Hace unos días, una agrupación “musical” (sí, recurro al entrecomillado porque lo que hacen estos señores no es música) llamada “Los Alegres del Barranco”, originarios de Badiraguato, Sinaloa (¿de dónde más?), saltó a la marquesina mediática porque durante una de sus presentaciones en vivo en el Auditorio Telmex de Guadalajara, Jalisco, mientras interpretaban uno de sus temas, proyectaron imágenes del líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Nemesio Rubén Oseguera Cervantes, (alías) El Mencho, ante la algarabía del público asistente. Este hecho, que fue condenado por las autoridades mexicanas (locales y federales) y que incluso motivó que el gobierno de los Estados Unidos, por órdenes del subsecretario de Estado Michael Landau, les revocara sus visas de trabajo para presentarse en la Unión Americana, nos debe conducir a una reflexión muy profunda sobre lo que estamos consumiendo los mexicanos en términos de cultura y entretenimiento.
Desde sus primeros estertores en la cotidianeidad mexicana, los cuales se remontan a mediados de la década de los sesentas, el narcotráfico es una actividad ilícita que consiste en el cultivo, fabricación, distribución y venta de sustancias ilícitas cuyas dimensiones y características tiene relación directa con otro tipo de crímenes, como el tráfico de armas, el tráfico de personas, el secuestro, el asesinato, la tortura, el “lavado” de dinero, la corrupción, etcétera. Es una actividad propia del crimen organizado que a estas alturas ha logrado carcomer y pudrir las esferas del Estado y de la sociedad misma, tanto en las clases altas como en las medias y bajas. Al año, el narco cobra miles de vidas a lo largo y ancho del mundo entero, ya sea a través del consumo de drogas o asesinando seres humanos.
Por lo tanto, celebrar, banalizar y normalizar expresiones como las de “Los Alegres del Barranco” habla muy mal de nosotros como mexicanos tanto en lo individual como en lo colectivo, pues estos narcojuglares se están dedicando a difundir peligrosos mensajes por medio de su basura musical, la cual ahora refuerzan con sofisticados sistemas multimedia (videos en pantalla gigante) para tener un mayor alcance e impacto y nosotros simplemente los consumimos mientras bailamos sus temas, los cantamos e incluso imitándolos en su forma de vestir y hablar, a la par que permitimos a nuestros hijos que se expongan a sus tóxicos mensajes.
Este tipo de “artistas” se valen de los enormes vacíos legales que existen en nuestra legislación para “evangelizar” a nuestros jóvenes y hacer que estos los adopten como modelos aspiracionales. Como aquí difícilmente vamos a encontrar, desde lo institucional, a alguien que los censure y los acote, ellos siguen difundiendo su mensaje y todos los días surgen nuevas agrupaciones de narcocorridos (la mayoría de ellas patrocinadas por los mismos cárteles), cumpliendo así su misión de envenenar y destruir.
No olviden que somos lo que comemos, lo que escuchamos y lo que vemos pero, sobre todo, somos lo que pensamos. Dejen de consumir esta chatarra auditiva.
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