Al jurar como el presidente número 47 en la historia de Estados Unidos, la nación más poderosa del planeta, el neoyorquino Donald J. Trump dejó muy en claro en su mensaje inaugural que, desde su muy particular óptica, más allá de que sus palabras sean ciertas o no, que el culpable de la gran mayoría de los problemas que padecen actualmente los estadounidenses tiene nombre y apellido: México y los mexicanos.
Por lo tanto, la lectura que de este lado del río Bravo debemos darle al discurso del bravucón pelirrojo es: ¡que Dios nos agarre confesados!
Y no, no se trata de tenerle miedo al republicano o de agachar la cabeza. Nada de eso. Pero si nos apegamos a la historia reciente, la realidad nos escupe a la cara una infinidad de complejas situaciones en las que México, por la muy corta capacidad de diálogo y negociación de sus políticos, casi siempre acaba bailando con la más fea cuando se ha tratado de sentarse a trabar y destrabar acuerdos con nuestros vecinos del norte.
Trump ya se las sabe de todas-todas cuando se trata de someter a los mexicanos. En su primera experiencia como presidente de Estados Unidos (2017-2021) le agarró muy rápido el modo a sus interlocutores aztecas (pregúntenle de eso a Marcelo Ebrard). Ya sabe qué tuercas apretar y qué cuerdas jalar para obtener lo que quiere de nosotros.
Sin embargo, a diferencia de su primer periodo presidencial, cuando llegó a la Casa Blanca tras un muy apretado proceso electoral, esta vez llega gracias a un muy holgado triunfo en las urnas. Así que su ego, ínfulas y prepotencia estarán más inflados que nunca.
Y como en guerra anunciada no muere soldado, ahí están ya los primeros bombazos sobre México: frontera y migración; narcotráfico y el T-MEC. El equipo de colaboradores de la Presidente Claudia Sheinbaum desde ya está obligado a no procrastinar el escenario inmediato que a partir de este lunes ya nos definió y perfiló su flamante homólogo estadounidense.
¿Qué vamos a hacer ante la inminente avalancha de redadas y deportaciones?, ¿ya se definió y ya se estableció un plan de acción específico para mitigar el tsunami de migrantes (mexicanos y no mexicanos) con los que Estados Unidos congestionará y saturará nuestra frontera?, ¿qué coordinación ya definieron la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y el canciller Juan Ramón de la Fuente con los gobiernos de nuestras entidades fronterizas (Baja California, Sonora, Tamaulipas, Coahuila, Chihuahua y Nuevo León)? El impacto será tremendo y se requiere algo más que un “botón de pánico” que enlace a nuestros indocumentados con los consulados de México en Estados Unidos.
El tema económico tampoco se puede desestimar. Trump está muy enojado porque México tiene años picándole los ojos a Estados Unidos consumiendo baratijas chinas. Y esto tiene que parar ya, porque la consecuencia no será la revisión o la renegociación del T-MEC… Gringos y canadienses están dispuestos a echarnos de la sociedad comercial que inició el 1° de enero de 1994 con la puesta en marcha del TLCAN. Si nos dejan fuera de la jugada sería catastrófico.
Y sobre el tema de declarar como organizaciones terroristas a los distintos cárteles mexicanos, mejor ni hablemos.
¡Se vienen días (muy) complicados!
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