Hay momentos en los que la vida se vacía. Se escapa, y la sensación es que quedará atrapada por la angustia. Para Carmen Camí, la tarde del 30 de abril de 1997, la recordará el resto de sus días como uno de esos momentos de fuga sin retorno. Una secretaria del exclusivo gimnasio Metropolitan de Barcelona, lugar donde Carmen laboraba, observó por una de las pantallas de televisión la imagen de la infanta Cristina junto al exitoso deportista Iñaki Urdangarin. Agitada, se dirigió con Carmen para descargar, en cierto sentido, una emoción ataviada de duda:

 

-“¿Pero tú no eres la novia de Urdangarin, el jugador del Barça de balonmano?

 

-Sí, es mi novio; pero ¿por qué lo dices? –respondió la interpelada.

-Joder, no sé cómo decírtelo, es que acaban de contar en el telediario que se va a casar con la infanta Cristina –le comunicó la mala nueva su colega del Metropolitan.

 

-¿Pero qué me dices? ¡Si vivimos juntos![1]

 

Iñaki Urdangarin es un hombre ahogado en su atributo fatal de la ambición descontrolada. Como descontroladas emergen las burbujas del champagne Taittinger, su favorita; como favorito es el restaurante El Mató, ubicado en la zona trés chic de Barcelona, Pedralbes.

 

Urdangarin se acostumbró muy rápido a llevar una vida de rey. Se casó el 4 de octubre de 1997 con la infanta Cristina en la catedral de Barcelona, sin embargo, su ambición lo hizo cruzar rápidamente la brecha entre las antípodas de la imagen cuyo basamento es la moral: del exitoso deportista a un simulador de negocios bajo la marca de una ONG.

 

Su relación con su suegro, el rey Juan Carlos, se fracturó el día en que éste le reclamó airadamente las condiciones en las que vivía con su hija una vez casados: un “modesto” departamento de 300 metros cuadrados. Para quien siempre había vivido en atmósferas monárquicas, puede resultar incómodo. Frustración psicológica, discapacidad de orgullo chic o sometimiento social. Lo que es cierto, es que Urdangarin nunca ha podido superar ese reproche del rey. Algo peor, ese arrinconamiento esgrimista provocó, quizá, una revolución en su orgullo que lo llevó a cometer actos ilícitos y, sobre todo, a perjudicar la imagen del juancarlismo, uno de los pocos símbolos conciliadores de la política nacional.

 

El 15 de octubre de 2004, Cristina Federica de Borbón y Grecia, e Ignacio Urdangarin Liebaert firmaron las escrituras de una casa, conocida en Barcelona como palacete, claro, en Pedralbes. Su extensión oscila entre los 6 mil y 8 mil metros cuadrados y el precio de compra fue de 6.3 millones de euros (107 millones de pesos) más gastos de remodelación, 2.5 millones de euros (42.5 millones de pesos).

 

 

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FOTO: AP

 

 

Entre las coincidencias democráticas de la familia real con la sociedad española, se encuentra el pago de hipotecas. Claro, con dimensiones opuestas. En el caso de Urdangarin y su esposa Cristina, comenzaron a pagar una hipoteca de 17 mil 600 euros al mes; ahora, la cifra se estima en los 20 mil euros (340 mil pesos).

 

Cuatro años después de aquella satisfacción con la que Urdangarin creyó rebelarse y vengar las palabras del rey, ocurrió otra de las batallas que mermaron las fortalezas del deportista que tiempo atrás se había colgado dos medallas olímpicas (Atlanta 96 y Sydney 2000). En ésta ocasión no fue el rey Juan Carlos el que zahirió a Urdangarin; un nuevo enemigo entraba al relevo del rey, Felipe, el príncipe. El viernes 18 de enero, el movimiento en la calle Elisenda de Pinós, lugar de la residencia de Iñaki y Cristina, no era el aletargado y a la vez paradisiaco ritmo que acompaña al Tibidabo y al no muy lejano Mare Nostrum. La escena, quizá fue extraída de las novelas La ciudad de los prodigios(Eduardo Mendoza) y Últimas tardes con Teresa (Juan Marsé). Los pijos (fresas) festejarían sorpresivamente el cumpleaños del pijoaparte, Iñaki. Sin conocer las intenciones festivas de su esposa Cristina, se encontraba en el aeropuerto de Madrid cuando los 120 invitados ya estaban instalados en la mansión barcelonesa. El preámbulo de la fiesta sorpresa se prolongó por el retraso de la salida del vuelo de Urdangarin.

 

“No me imaginaba nada, ha sido un complot”, confesó a su amigo y socio de francachelas financieras, Diego Torres.

 

La infanta Cristina, la reina, los príncipes de Asturias y doña Elena cantaron el clásico Cumpleños feliz. Poco antes de que concluyera la fiesta se acercó al lugar donde se encontraba su cuñado, Felipe.

 

-Te quiero comentar algo.

-Tú dirás, Iñaki. –contestó el príncipe.

-Sé que esto es un poco delicado, que tal vez no sea el lugar ni el momento para comentarlo, pero hacía tiempo que quería plantearlo al señor.

 

Un testigo que se encontraba observando la escena, a unos 10 metros de distancia se percató de la mutación que sufrió el rostro del príncipe Felipe: Urdangarin le pidió dinero para pagar la hipoteca.

 

-¡Pues no habértela comprado! –le respondió el príncipe.

 

Iñaki Urdangarin vivió dos sorpresas aquella noche: la fiesta y la confrontación con el príncipe Felipe. Algo más. Urdangarin se sintió ya fuera del círculo de la familia real. Si Letizia, esposa del príncipe, había removido los cimientos entre los tres hermanos (Cristina, Elena y Felipe), y entre el príncipe y sus padres; Urdangarin, simplemente tenía a una única aliada: su esposa.

 

Real negocio, y redondo

 

Para Iñaki Urdangarin el ánimo de lucro creció después de aquel amargo cumpleaños. Se percató de que las cuentas ya no le salían para pagar la hipoteca.

 

Algunos años atrás, 2003, Urdangarin se asoció con Diego Torres, quien fuera su maestro en el ESADE, la universidad jesuita barcelonesa, Con imagen de hipster, Torres se encargó de diseñar una consultoría sobre patrocinios y asesoría en materia deportiva: Nóos. Por su parte, Urdangarin se encargaría de explotar las relaciones púbicas fácticas con olor a la casa real. Todo inició con un “módico” contrato de algo más de 8 mil euros (138 mil pesos) con el ayuntamiento de Alcalá de Henares. Pocos años después, el dueto Urdangarin-Torres obtuvo 20 millones de euros (340 millones de pesos) en tan solo un lapso de tres años. Real negocio, y redondo. Los nombres de políticos y empresarios comenzaron a desfilar frente a Nóos. Desde el presidente del equipo de futbol Villareal, Fernando Roig, hasta el presidente del Partido Popular de Baleares, y del propio gobierno balear en dos ocasiones, Jaume Matas. O qué decir del presidente de la comunidad valenciana, Francisco Camps, implicado en el caso Gürtel. Nadie se atrevía a decir no al yerno del rey.

 

 

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FOTO: ESPECIAL

 

 

Algo más, la velocidad del dinero no era proporcional a la calidad del trabajo realizado por Nóos. Por ejemplo, a Fernando Roig, le vendieron un estudio de 12 páginas, en formato PowerPoint copiado de la red en 690 mil euros (algo más de 11 millones de pesos).

 

Urdangarin no olvidó que Nóos era una empresa sin ánimo de lucro. Así nació Aizoon, una empresa con hiper ánimo de lucro donde 50% de las acciones corresponderían a la infanta Cristina. En ésta promotora inmobiliaria, Urdangarin desvió gran parte del dinero de Nóos. Por si fuera poco, para que los elevados beneficios no le generaran importantes cantidades de impuestos a pagar, abrió más empresas fantasmas encargadas, exclusivamente, de facturarle de manera, también fantasma, a Aizoon. Ingeniería financiera desde los caños de la Zarzuela.

 

El 25 de septiembre de 2011, el periódico español El Mundo dio a conocer resultados de las pesquisas del juez José Castro y del fiscal Pedro Horrach quienes acusan al yerno del rey y a su socio de malversación de fondos públicos, fraude a la administración pública, falsedad documental y prevaricación. Los lectores se enteraron de un contrato simbólico: Illes Balears Forum. Un contrato por el que, Urdangarin y Torres, cobraron 1.2 millones de euros (20 millones de pesos); para comprobar, los socios presentaron facturas por 879 mil 30.87 euros que ni siquiera lograron cubrir con los recibos que presentaron.

 

La fianza que tuvo que haber pagado Urdangarin el pasado miércoles ascendió a los 8.2 millones de euros (140 millones de pesos). No lo hicieron y los jueces determinaron el embargo de propiedades del yerno del rey.

 

Patricia Highsmith creó a uno de los más elocuentes personajes de la literatura: Mr. Ripley. Urdangarin no tenía su talento, ni tampoco la sangre fría para deshacerse de sus enemigos. Urdangarin tuvo el descaro de vivir de la imagen del rey.

 

 

[1] Urdangarin. Un conseguidor en la corte del rey Juan Carlos. Eduardo Inda y Esteban Urreiztieta, 2012, editorial La esfera de los libros.


 

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