El huracán Wilma trajo vientos de 295 kilómetros por hora.
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En cuestión de horas, el cielo se convirtió en un monstruo y la tranquilidad del Caribe mexicano se desvaneció en octubre de 2005 cuando quedó grabado en la memoria de Quintana Roo como el mes en que el huracán Wilma puso a prueba la resistencia de todo un estado. Lo que comenzó como una tormenta frente a las Islas Caimán se transformó rápidamente en un fenómeno sin precedentes.

El 19 de octubre, alcanzó categoría 5, con vientos de 295 kilómetros por hora, consolidándose como uno de los ciclones más poderosos de la historia del Atlántico.

Para el día siguiente, el ciclón apuntó al Caribe mexicano. En la madrugada del 21, tocó tierra en Cozumel como categoría 4 y avanzó lentamente hacia Puerto Morelos, lo que dejó dos días de lluvia intensa y ráfagas interminables.

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Al acercarse a 20 kilómetros de Cancún, se debilitó a categoría 3 y luego a 2, pero su fuerza siguió devastadora.

Wilma no solo destruyó infraestructura, sino también rutinas. Familias enteras pasaron la noche en refugios improvisados mientras los radios transmitían apenas fragmentos de información. Su inmovilidad era su mayor amenaza.

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Cuando finalmente se disipó el huracán Wilma, el panorama era desolador: seis de los 11 municipios se declararon en desastre, 94 por ciento de los daños afectó al sector turístico, las playas desaparecieron y las pérdidas superaron los 18 mil millones de pesos.