Después de un cuarto de siglo en Estados Unidos, dedicado a construir edificios y sueños, Armando Galarza Aranda nunca imaginó que su vida cambiaría en cuestión de minutos. A los 62 años, este potosino fue deportado a su país natal; ahora ha enfrentado un futuro incierto en una tierra que, aunque suya, se sentía ajena tras tantos años de ausencia.
Armando partió de San Luis Potosí cuando tenía 37 años. Buscaba oportunidades que en su momento parecían inalcanzables en México. Austin, Texas, se convirtió en su hogar; allá trabajó en la construcción, levantaba muros, techos y estructuras que nunca imaginó que un día lo separarían de su vida en Estados Unidos.
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Durante más de dos décadas, se volvió un experto en su oficio, aprendió a soldar, levantar vigas y dominar los secretos de la albañilería. A pesar de los sacrificios, nunca dejó de pensar en su familia en México, a quienes apoyaba desde la distancia con cada sueldo que ganaba.
Pero un operativo migratorio en la obra donde trabajaba cambió todo. Sin documentos que acreditaran su estancia legal, las autoridades lo detuvieron y deportaron de un día para otro, obligándolo a dejar atrás no solo su empleo, sino también a sus amigos, su rutina y un país que, aunque ajeno, había aprendido a llamar hogar.
VOLVER A EMPEZAR
Al llegar a San Luis Potosí, no sabía por dónde comenzar. Las calles de su infancia le parecían extrañas, y la incertidumbre lo invadía. Fue entonces cuando acudió al Instituto de Migración y Enlace Internacional (IMEI), donde recibió apoyo para reinsertarse en la vida laboral.
Gracias a las gestiones de la dependencia, una empresa potosina le ofreció empleo, permitiéndole aplicar sus conocimientos en la construcción. Además, recibió ayuda para revalidar sus estudios de primaria y secundaria, tramitar documentos de identificación y certificar sus habilidades ante el Instituto de Capacitación para el Trabajo (Icat).
UN FUTURO DIFERENTE, PERO NO IMPOSIBLE
A pesar del golpe que significó su deportación, Armando trata de adaptarse a esta nueva realidad. Su historia no es única, pero sí un reflejo de los miles de migrantes que, después de décadas en el extranjero, deben reconstruir su vida desde cero en el lugar donde nacieron.
El proceso no ha sido fácil, pero él sigue adelante, aferrándose a lo único que siempre ha sabido hacer: trabajar con sus manos, levantar estructuras y, esta vez, construir su propio futuro en su tierra natal: San Luis Potosí.
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