GUMDA. Con las palmas unidas en señal de súplica, mujeres nepalesas imploraban por alimentos, refugio y cualquier suministro que un helicóptero hubiera traído el miércoles a esta aldea montañosa devastada cerca del epicentro del colosal terremoto que mató la semana pasada a más de 5,000 personas.

 

En contraste con la capital Katmandú, donde la mayoría de los edificios no se derrumbaron completamente, los caseríos que están al pie de las montañas en el distrito de Gorkha quedaron asolados. Las viviendas quedaron reducidas a montones de escombros de piedras y madera astillada. Las lonas de color naranja utilizadas para cubrir los techos estaban dispersas por las terrazas escalonadas de los arrozales excavadas en las laderas.

 

«Tenemos hambre», reclamó una mujer llorosa que dijo llamarse Deumaya, mientras se señalaba el estómago y abría la boca en señal de desesperación. Otra mujer, Ramayana, con los ojos desencajados, repetía como una letanía «¡Hambre! ¡Estamos hambrientos!»

 

Pero los alimentos no son la única necesidad en estos parajes lejos de los caminos pavimentados, el tendido eléctrico y otras ventajas del mundo moderno. En estos días hasta el agua escasea. La comunicación es dificultosa. Y la atención médica moderna es un lujo que muy pocos aquí han visto jamás.

 

Gumda es una de un puñado de aldeas que recibieron toda la fuerza del terremoto de magnitud 7.8 que sacudió la tierra el sábado.

 

Pero al igual que en muchas otras aldeas, la cifra de muertos en Gumda fue muy inferior a lo que se temió en un primer momento, ya que muchos aldeanos estaban trabajando al aire libre cuando se produjo el temblor al mediodía. De los 1.300 habitantes de Gumda, cinco murieron y 20 resultaron heridos.

 

Cuando el helicóptero aterrizó el miércoles con bolsas de arroz de 40 kilogramos (90 libras), el viento y la lluvia azotaban el terreno montañoso. Al ver las condiciones, Geoff Pinnock, del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, gritó para poder ser escuchado mientras rugían las hélices: «El próximo cargamento será de láminas de plástico. Esta gente necesita abrigo más que alimentos».

 

Unos 200 aldeanos se agolparon bajo unos pocos paraguas y lonas impermeables para recibir la ayuda.

 

«Evidentemente se necesitan más helicópteros, más personal y por cierto más elementos de ayuda, incluso equipos médicos, abrigo, carpas, agua, elementos de higiene y alimentos», dijo Pinnock, que coordina los vuelos de asistencia.

 

Al menos ocho millones de nepaleses resultaron afectados por el sismo, incluso 1.400.000 en necesidad de ayuda alimenticia inmediata, Pinnock dijo que el esfuerzo de asistencia podría prolongarse meses. «Esto no se soluciona de un día para otro», comentó.

 

La policía nepalesa informó el miércoles que la cifra de muertos por el terremoto ascendía a 5,027. Otras 18 personas murieron en las laderas del Monte Everest y 61 en la vecina India. La agencia noticiosa oficial china Xinhua dijo que hubo 25 muertos en Tíbet.

 

El desastre también dejó más de 10.000 heridos, indicó la policía, y miles más quedaron sin hogar. La ONU dijo que el desastre afectó a 8,1 millones de personas —más de una cuarta parte de los 27.8 millones de habitantes del país— y que 1,4 millones necesitaban alimentos.

 

Al pequeño aeropuerto de Katmandú llegan aviones con alimentos y suministros de ayuda, pero el proceso de distribución es caótico.

 

Unas 200 personas bloquearon el tránsito en la capital el miércoles para protestar por el ritmo lento de la distribución. Hubo algunos forcejeos con la policía pero no se informó de arrestos.

 

Sin embargo la policía arrestó a docenas de personas sospechosas de saquear casas abandonadas y por causar pánico al difundir rumores de otro gran terremoto. El oficial de policía Bigyan Raj Sharma afirmó que 27 personas fueron detenidas por robo.

 

Pero en un indicio de retorno a la normalidad, los bancos en Katmandú abrieron el miércoles durante algunas horas y cargaron dinero en los cajeros automáticos.

 

Miles de personas se alinearon frente a las terminales de autobuses en la capital en la esperanza de llegar a sus pueblos rurales. Algunos tenían pocas noticias de sus familiares desde el sábado.  DEC