Ubicada en la delegación Cuauhtémoc, zona neurálgica para la Ciudad de México, la avenida Chapultepec es un importante eje vial que conecta la zona Centro con el Poniente, pero es también una calle aquejada por diversas problemáticas que la han revestido más como un espacio en colapso que como una calzada histórica, que hoy busca ser transformada en corredor cultural.

 

Recorrerla es encontrar banquetas dañadas y basura en jardineras y afuera de edificios, como en Liverpool y Chapultepec, esquina que funciona como una zona de carga de basura por trabajadores de limpia que, en 2010, fueron desalojados de un predio ubicado a un lado del estacionamiento de la SSP-DF.

 

De acuerdo con Jesús Mendoza, trabajador de limpia con seis años de servicio, de dicho terreno fueron desalojados una treintena de compañeros, de los cuales unos 20 están en la esquina de Liverpool y Chapultepec y el resto dispersos en las colonias Juárez y Roma.

 

En ese terreno se constató el almacenamiento de luminarias y postes viejos, así como la entrada y salida de camiones de la empresa Maqindi, especializada en cimentación profunda y renta de maquinaria para construcción.

 

Si no fuera por los 20 arcos del acueducto que aún quedan en pie —la obra tenía 904— la avenida Chapultepec perdería casi por completo su historia, pues aunque aún quedan algunas casonas de principios del siglo XX, la mayoría están en estado ruinoso.

 

Ejemplo de ello es la ubicada en los números 311 y 317, entre la Glorieta de Insurgentes y la calle Amberes, del lado de la colonia Juárez; su planta baja está ocupada por bares y fondas; la planta alta está en ruinas, abandonada y con la leyenda “SB”, en referencia a Súper Barrio, un grupo de paracaidistas.

 

Sin embargo, de acuerdo con Rubén Martínez, conocido como El Azul por su afición al equipo de futbol conocido como La Máquina y trabajador de la taquería El Capote, el predio tiene dueño y está protegido por el INBA.

 

“Inmueble catalogado por el INBA dentro de los polígonos de Área de Conservación Patrimonial. Inmueble considerado con valor histórico. Cualquier intervención requiere autorización del INBA y dictamen técnico emitido por la Dirección del Patrimonio Cultural Urbano de la Seduvi”, se lee en el uso de suelo.

 

Cuenta El Azul que, años atrás la acera del predio donde trabaja era conocida como el Barrio Latino porque ahí había teporochos, pero esa situación ya cambió y asegura que la delincuencia ha disminuido considerablemente. Incluso mostró su aprobación a una remodelación de la avenida, pero cuestionó: “¿dónde vamos a quedar los comerciantes que llevamos años trabajando aquí?”.

 

En 1988, en el número 19 de la revista Historias, de la Dirección de Estudios Históricos del INAH, el doctor en planeación urbano-regional Manuel Perló, escribió que la colonia Roma y Juárez vivieron problemáticas como comercio informal y población flotante con la llegada de las estaciones Insurgentes, Chapultepec y Sevilla de la Línea 1 del Metro.

 

“Los vecinos de las zonas aledañas a las estaciones, en particular a la de Chapultepec, vieron cómo de la noche a la mañana las calles eran invadidas por autobuses, trolebuses, peseros y taxis, y las banquetas por puestos de fritangas, periódicos, jugos y hasta fayuca”, escribió el investigador de la UNAM.

 

Además, sus 10 carriles convierten a los cruceros de Chapultepec en trampas para el peatón, que debe esperar hasta dos minutos para poder cruzar en horas pico y tiene la mitad de tiempo para hacerlo entre filas de coches que no cesan de tocar el claxon y arrancar y frenar, generando emisiones contaminantes.

 

El camellón es territorio de nadie, sólo sirve para esperar a que el semáforo marque la luz roja a los coches para que las personas puedan cruzar y no ofrece al paseante un espacio de encuentro similar al Paseo de la Reforma.

 

Lo más cercano a un corredor peatonal es el ala del camellón del acueducto que da a la colonia Roma; ahí hay una pequeña porción de área verde y el sonido de la fuente provoca que por un instante el peatón se sienta en un verdadero espacio de convivencia, pero en seguida los autos apagan la sensación.

 

También hay predios abandonados, algunos de ellos son casonas de principios de siglo XX grafiteadas y en aparente abandono, otros son construcciones más recientes aunque ruinosas, con candados en las puertas, y hay incluso locales cerrados en planta baja, como es el caso del número 323.

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