NORUEGA. Al tiempo que recordaba los horrores «asfixiantes, cegadores y ardientes» que causan, el director de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas que intenta eliminarlas de la Tierra aceptó el martes el premio Nobel de la Paz.

 

Ahmet Uzumcu, director general de la OPAQ, dijo que esas herramientas de guerra tienen un «legado especialmente infame», desde las trincheras de la Primera Guerra Mundial a los ataques con gas venenoso en Siria este año.

 

«Uno no puede verlas ni olerlas. Y vienen sin advertencia para los desprevenidos«, dijo Uzumcu al recibir en Oslo el premio de 1.2 millón de dólares en nombre de la organización.

 

La OPAQ fue creada para aplicar una convención internacional de 1997 que prohibió las armas químicas. En general ha desarrollado su tarea de manera discreta, hasta que este año recibió su misión más ardua hasta la fecha: supervisar la destrucción de las armas químicas sirias.

 

El premio fue anunciado el 11 de octubre, días antes de que Siria ingresara oficialmente a la OPAQ como su 190mo estado miembro.

 

«Desde luego, es un gran desafío para la OPAQ lograr la destrucción de todas estas armas bajo las condiciones de guerra y caos reinantes en el país», dijo el presidente del comité Nobel, Thorbjorn Jagland. «Los inspectores anónimos de la OPAQ realizan una tarea sumamente importante y difícil».

 

Jagland y Uzumcu rindieron homenaje al difunto Nelson Mandela, ganador del premio Nobel de la paz junto con F.W. de Klerk en 1993.

 

Jagland exhortó a Estados Unidos y Rusia a que aceleren la eliminación de sus propias armas químicas, y a los seis países que no han firmado o ratificado la convención —Angola, Corea del Norte, Egipto, Sudán del Sur, Israel y Mianmar— a que lo hagan.

 

En las próximas horas se entregaban los premios Nobel de medicina, física, química y literatura en Estocolmo.

 

Las ceremonias se realizan el 10 de diciembre, en el aniversario de la muerte de Alfred Nobel en 1896.