Acapulco, Guerrero.- La ausencia de Andrés Manuel López Obrador en la “gran reunión de las izquierdas” contrastaba con el llamado que hizo el PRD a los gobernadores, legisladores y dirigentes de las izquierdas para crear un frente político capaz de frenar al PRI.
Tras hora y media de retraso, Jesús Zambrano, presidente nacional del PRD, arribó al hotel Crown Plaza de este puerto acompañado por Ángel Aguirre y Gabino Cué, gobernadores de Guerrero y Oaxaca; Graco Ramírez, gobernador electo por Morelos; Marcelo Ebrard, actual jefe de Gobierno capitalino, y su sucesor Miguel Ángel Mancera. Ahí estaban también Ricardo Cantú y Luis Walton, dirigentes de PT y MC.
De inmediato se notó la inasistencia del gobernador electo de Tabasco, Arturo Núñez, para la fotografía oficial de la reunión, tras algunos “problemas técnicos” a la hora del traslado. Los problemas de itinerario o agenda parecían insuficientes para explicar la ausencia de ambos personajes, dada la cercanía entre Núñez y López Obrador.
Tampoco llegaron Mario López Valdez Malova ni Rafael Moreno Valle, gobernadores de Sinaloa y Puebla por la alianza PRD-PAN, quienes cancelaron su asistencia de último minuto pese a haber confirmado su presencia a Jesús Ortega, dirigente de Nueva Izquierda, luego de varias reuniones en las que el líder de Los Chuchos trató de convencer a los dos mandatarios para asistir al encuentro. Los lugares que ambos gobernadores tenían reservados fueron retirados discretamente unos minutos antes de iniciar el evento.
Durante sus palabras de bienvenida, Aguirre celebró la unidad de las izquierdas y la creación de un acuerdo entre los gobernadores de las izquierdas para promover la creación de un “Corredor Amarillo” con el fin de impulsar obras de impacto regional entre los gobiernos de Guerrero, Morelos, Oaxaca y DF.
Finalmente llegaría el turno de Marcelo Ebrard para tomar los micrófonos. Apenas un día antes había perdido la batalla para colocar a sus allegados en las coordinaciones de la Cámara de Diputados y de Senadores. Ayer fue su momento, y comenzó a dar lectura a la Declaración de Guerrero, documento con el que los gobernadores perredistas (incluido Núñez) hicieron un llamado al Tribunal Electoral para invalidar la elección y no poner en peligro “el futuro de la democracia mexicana”.
«Con las impugnaciones presentadas exigimos que el Tribunal Electoral ejerza todas sus facultades como tribunal constitucional y solvente su resolución en el principio rector de exhaustividad. La sentencia que pronuncie debe sostenerse en la investigación y el estudio escrupuloso e imparcial de todas y cada una de las inconformidades presentadas y acreditadas», dijo.
«La pregunta no es si los diputados, senadores, dirigentes, partidos, gobiernos estatales o jefaturas de Gobierno vamos a acatar la ley, siempre lo hemos hecho. La pregunta es si el Tribunal va a hacer valer la ley», exclamó Ebrard mientras subía el volumen de su voz para darle mayor fuerza a sus palabras, apenas correspondidas por tibios aplausos provenientes de los legisladores del PRD.
Y mientras Ebrard asumía el protagonismo de las izquierdas durante la reunión del PRD en Acapulco, López Obrador optó por seguir su propio camino para recolectar más pistas sobre el presunto “fraude electoral”. Una instantánea que podría ayudar a entender el futuro de la izquierda, luego de que el Poder Judicial califique la elección presidencial.