MIAMI. La crisis de los misiles en Cuba, que llevó al mundo al borde de la guerra nuclear, fue el detonante para que Estados Unidos construyera en 1961 un búnker secreto en un islote de Palm Beach, al norte de Miami, que sirviera de refugio para el entonces presidente, John F. Kennedy.
Tras la elección de Kennedy como presidente, los ingenieros civiles de la Fuerza Naval del Ejército estadunidense, conocidos como Seabees, construyeron apresuradamente un refugio secreto antiatómico en Peanut Island, un islote artificial de 70 acres situado en la costa del condado de Palm Beach.
Dado que el matrimonio presidencial pasaba largas temporadas en Winter White House, su residencia de verano en esta localidad del sureste de Florida, se ordenó la construcción de un refugio nuclear a menos de cinco minutos en helicóptero.
El paradero y construcción del búnker antiatómico fue uno de los secretos mejor guardados del mundo. De hecho, las autoridades estadounidenses no revelaron públicamente su existencia hasta 1974.
En caso de un ataque atómico, Kennedy y la primera dama, Jacqueline, encontrarían refugio seguro en este búnker escondido entre la maleza, bajo tierra, pero por encima de la capa freática del mar.
El búnker de acero estaba preparado para albergar hasta una treintena personas, entre familiares de los Kennedy y servicio, durante un período de un mes, y la cámara principal disponía de 15 literas, un escritorio presidencial y una mesa para conferencias.
El escondite, que afortunadamente nunca tuvo que utilizarse, se hallaba fuertemente protegido y equipado con todo tipo de productos de primera necesidad, además de dosímetros para medir el nivel de radiactividad.
Este refugio antinuclear costó 90.000 dólares y tardó apenas 10 días en construirse, señaló hoy a Efe Anthony Miller, director general del Museo Marítimo de Palm Beach, institución que tiene bajo su cuidado el mantenimiento y visitas guiadas al búnker.
Han transcurrido 52 años del asesinato de John F. Kennedy en Dallas (Texas)- 22 de noviembre de 1963- y la figura del exmandatario demócrata sigue ligada a Palm Beach, un enclave muy frecuentado por magnates, inversores y artistas, y a este pequeño pedazo de historia.
Tras el fin de la guerra fría, el búnker cayó en un total abandono y permaneció durante años parcialmente inundado. Una desidia que concluyó cuando el Museo Marítimo de Palm Beach se hizo cargo en 1999 de su reparación y mantenimiento y lo convirtió en una atracción turística.
«Con la excepción de un sello presidencial añadido actualmente, el desclasificado y fuera de servicio búnker se mantiene muy parecido al original«, con la misma estructura cubierta de tierra y numerosas capas de hormigón y barras de refuerzo, explica la institución en su página web.
Resulta una experiencia emocionante recorrer hoy la serie de pasillos y estrechos corredores que serpentean por el refugio nuclear salpicado de bombas de aire y filtros, detectores de radiación y una cámara de esterilización.
Al mejor estilo de las cintas de 007, el búnker contaba con una salida de emergencia que desembocaba en un helipuerto, en caso de ser objeto de un ataque.
Se accede a la entrada por un túnel diseñado con un ángulo de 90 grados, para minimizar los efectos de una explosión nuclear.
Un detalle curioso es que esta entrada se realiza a través de un zona de descontaminación, que, si embargo, está construida de contrachapado.
Este antiguo búnker antiatómico perdura como museo permanente gracias a la iniciativa de esta institución empeñada en contar la historia «secreta» del refugio, un acorazado subterráneo donde Kennedy pudiera dirigir el destino del país ante un eventual ataque nuclear.
El Museo Marítimo de Palm Beach ha sabido recrear todo el efecto dramático con que sorprende al visitante el descubrimiento de la entrada del búnker entre la maleza subtropical que la oculta.
El islote donde se encuentra el búnker, al que solo se llega en ferry, puede visitarse de miércoles a sábado, y el museo organiza vistas guiadas de grupos y estudiantes. DM