Hace cinco años nadie pensaba en el machitroll, un término que ni siquiera es reconocido por la Real Academia Española. Se trata de un cibernauta que quiere opinar sobre lo que dicen o hacen las mujeres en la red, su palabra favorita es feminazi y se expresa con mensajes como "Es saludable golpear a tu mujer, si tú no lo sabes ella si" o “Nada se puede hacer contra el sagrado patriarcado, solo deberán someterse”.
“Sufre delirio de justiciero social, pues aparece de manera recurrente (en actitud cazadora, tal como un hombre cromañón) para atacar, difamar, acosar, corregir e incluso amenazar a sus objetivos”, casi siempre mujeres que se asumen o no como feministas, advierte Karisma, una organización civil colombiana que lanzó la herramienta “Alerta Machitroll”.
El término es nuevo, pero no el machismo, que se está visibilizando ahora por una normalización de las redes sociales que hace 10 años no existía. “Es una extensión de las relaciones patriarcales, machistas”, afirma Fernanda Briones, quien se define a sí misma como hacktivista y cursa un doctorado en ciencias sociales en la UAM Xochimilco.
Esta “especie que habita en la web”, como la identifica Karisma, emerge en respuesta a lo que algunos especialistas han llamado la “cuarta ola” del feminismo, definida por la tecnología y nuevas herramientas como Internet y las redes sociales.
Aunque este ciberfeminismo o feminismo online se hizo más visible desde finales de las década pasada, fue en abril de 2012 cuando alcanzó un momento cúspide con la figura de Laura Bates, una joven británica de 27 años que creó Everyday Sexism Project, una plataforma en línea que, señala Briones, da cuerpo a aquella frase feminista “lo personal es político”, al animar a mujeres a exponer cómo la desigualdad les afecta, y demuestra que esos problemas no son individuales sino colectivos.
El proyecto, que ha sido lanzado en más de una decena de países, es una acción representativa del tránsito de un feminismo más tradicional hacia nuevas corrientes, una nueva generación que nació con Gmail y Facebook, y conformada por mujeres que, en muchos casos, pensaban que las cuestiones de género eran algo que estaba superado, que no se debía hablar más porque sus derechos estaban protegidos en las leyes, pero que encontraron en estos espacios situaciones como el acoso, la “porno venganza” (publicación de fotografías íntimas), y amenazas por parte de esta especie de cibernautas llamados machitrolls.
Briones se remite a los inicios de internet, que se pensó en aquel momento “iba a hacernos libres, porque ahí no iba a importar ni la edad, ni la raza, ni el sexo”, pero nada de eso ocurrió. No debería sorprendernos, “quienes crean internet y habitan internet son personas sexualizadas, racializadas, clasificadas económicamente”, afirma la investigadora de la UAM.
El tema está ahora sobre la mesa de discusión, pero no es nuevo. Hace 20 años, en la Cuarta Conferencia Mundial Sobre la Mujer en Pekín, se discutió la importancia de las tecnologías de la información, era el punto “J” de la declaratoria para la eliminación de la violencia contra este sector de la población, pero nadie hizo mucho caso.
A contracorriente, dice, ha emergido una corriente de hackfeministas, con un posicionamiento político desde la ética hacker y el software libre y que tienen conocimientos amplios en términos de programación y el uso de Linux; incluso hay algunas mujeres que ya están propiamente creando hardware.
“Hoy en día no se puede seguir pensando que el mundo virtual es un mundo aparte de nuestra vida real, es como una extensión de nuestro cuerpo. Está en tránsito constantemente y es tan real como lo que hacemos en la calle y tiene repercusiones. Todo el mundo cree que como está en la compu no tiene consecuencias reales. La red, los espacios virtuales, al ser creados por personas concretas tienen un componente profundamente misógino y patriarcal. No tendría por qué sorprendernos que fuera de otra forma”.
Recuerda una iniciativa recientemente lanzada vía redes sociales que proponía legalizar la violación cuando ésta fuera en propiedad privada. Roosh Valizadeh, el polémico bloguero estadunidense detrás de la convocatoria, da voz a un discurso de odio que siempre ha existido pero que con las redes sociales permite el anonimato.
En general, lamenta Briones, los hombres se han acercado más a la cuestión de las ingenierías, de la computación y entonces tienen conocimientos técnicos suficientes para poder hacer este tipo de acciones en línea y se identifican con nombres como ‘machos contra feminazis’, ‘limpieza machista’; son grupos que quizá no se conocen entre sí, pero por la estructura de la red pueden conectarse en tiempo real y hacer ataques simultáneos, como fue el caso de los dirigidos a las activistas Luisa Velázquez, conocida como Menstruadora, y Nadia Rosso, ambas blogueras y activistas por los derechos de las mujeres.
Frente a los retos que plantea la violencia real y virtual, la investigadora plantea un hacktivismo que implica no sólo conectarte a internet y manejar contenidos, sino también aprender a programar, usar software libre, todo esto que se le conoce como la ética hacker –que nada tiene que ver con ese personaje malicioso conocido como cracker-, compartir, hacer otra forma de activismo, otra forma de vida, “que es como el feminismo, no es que en un momento yo me sienta feminista, es que yo soy feminista todos los días”.
Las olas del feminismo
En un artículo publicado en The Guardian, Kira Cochrane explica el origen de lo que se ha llamado la “cuarta ola del feminismo”, la del siglo XXI.
-La primera ola luchaba por el voto de la mujer y alcanzó su punto álgido hace 100 años
-La segunda ola, entre los año 70 y 80 estuvo marcada por feministas más radicales y comprometidas con movimientos de la izquierda, coinciden algunos investigadores
-La tercera ola, que podría ubicarse a partir de los primeros años de la década de los 90, va más allá de una manifestación y busca, por ejemplo, la reasignación de roles enel hogar y el cuidado de los hijos
-La cuarta ola está definida por la tecnología, como una herramienta que “está permitiendo a las mujeres construir un movimiento online fuerte, popular, reactivo.