Un recluso del Centro de Readapatación social de Saltillo en Coahuila acudió a Robert Coogan, clérigo nacido en Brooklin para pedir consejo; el caso era grave: debía pagar al menos 2 mil pesos en menos de 48 horas al cártel de los Zetas a cambio de conservar su vida.
Había sido internado porque las autoridades no confiaron en sus declaraciones respecto al robo de un televisor, que en realidad fue sustraído por un amigo suyo; sin apoyo de sus familiares, fue amenazado por los Zetas como ocurre con todos los internos y en casos aún más graves.
Robert Coogan es un sacerdote nacido en Brooklyn que trabaja en el Cereso de la ciudad de Saltillo, un lugar dominado por las acciones y conflictos del crimen organizado; un dominio que ha superado a la autoridad, tanto judicial como ejecutiva y ni hablar de la ley.
Coogan trabaja en la prisión desde el año 2002, tiempo en que sus superiores le dieron permiso de operar con reclusos: en todo este tiempo, el clérigo ha sido testigo de cómo reos pertenecientes a el cártel de los Zetas ejercen control sobre los internos con base en amenazas y la extorsión.
En 2011, cuando los Zetas ultimaron a un guardia del penal y tomaron el control total de este, Coogan pidió su reubicación, temiendo por su vida y que su labor ya no pudiera tener alcances positivos con los reclusos, sin embargo, autoridades clericales concluyeron que no habría nadie más capaz para trabajar en ese inhóspito lugar que el mismo Robert C.
El cartel de los Zetas ejerce el control del penal a través de la intimidación. Cobran un impuesto semanas de 100 pesos a cada reo y mantienen sus operaciones externas vendiendo el derecho a la vida de los internos; en muchos de los muros del Cereso se puede la imagen de un tétrico payaso con zapatos color sangre, un mensaje claro de terror y vigilancia.
Los policías catalogan a los integrantes de cártel como crueles asesinos a sangre fría, sin embargo, Coogan ve en ellos a personas vulnerables que se convirtieron en parte de un sistema en el que encuentran su dignidad "es una forma terrible de hacerlo, pero yo los respeto, hacen lo que la iglesia debería hacer, dar significado a sus vidas".
La presencia de Coogan en el penal se ha convertido en un refugio y una importante figura para los Zetas recluídos, además del resto de los internos, quienes pueden establecer vías de comunicación más efectivas con el sacerdote que con los custodios, de forma que incluso es visto como una especie de autoridad intoclable con un significado completo.
Con información de New York Times.
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