La llamaban la sirena que enseñó a Humphrey Bogart a silbar. “Yo siempre pensé que tenía las cejas y los dientes torcidos. Es por eso que nunca he entendido por qué la gente me llama una belleza”, solía decir. Sus amigos la reconocen como una belleza especial reflejo de elegancia, inteligencia y vigor.

 

 

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