Berlín. La Oktoberfest de Múnich, la más popular y tradicional fiesta cervecera del mundo, arrancó hoy a las 12.00 hora local (10.00 GMT) al ritual grito del «O’zapft» («está abierto») con que el alcalde, Christian Ude, encajó a mazazos el grifo en el primer barril y empezó el fluir cervecero.

 

Desde este sábado y hasta el próximo día 7 de octubre se espera que pasen hasta siete millones de visitantes de todo el mundo por el recinto de la «Wiesn», como se apoda a la Theresienwiese o Prado de Santa Teresa donde tiene lugar la fiesta.

 

Esta fue la cifra récord del año pasado y, aunque no hay una cifra oficial de cuál es el «objetivo» para este año, en Múnich se espera lograr, por lo menos, la de seis millones y medio de asistentes.

 

Se espera, asimismo, un consumo «mínimo» de 6,5 millones de litros de cerveza, pese a que este año el precio de la «Mass» o jarra de un litro de cerveza se situará entre los 9,20 y los 9,50 euros, algo más que el año anterior.

 

Además del millonario consumo cervecero que da nombre y señal de identidad a la fiesta, se espera que los visitantes den cuenta de 30 mil  kilos de pescado, 330 mil  salchichas y 80 mil  litros de vino, de acuerdo al cómputo de años anteriores.

 

Las carpas de la «Wiesn» se llenarán para su 179 edición de turistas de todo el mundo bebiendo y cantando con bávaros y alemanes del resto del país, entre camareras de escote pronunciado, de acuerdo al traje típico local, y transportando sin inmutarse hasta una decena de enormes jarras a un tiempo.

 

No hay apenas variaciones a ese programa, más allá de algunas innovaciones para el público infantil, además de las norias y demás atracciones de todos los años, como es una nueva cueva de los horrores, al parecer más terrorífica que sus predecesoras, según los organizadores.

 

Se reedita así una fiesta nacida en 1810 con motivo del matrimonio entre el Príncipe Luis I de Baviera y Teresa de Sajonia y Hildburghausen, que culminó con una carrera de caballos.

 

La fiesta tuvo tal éxito en su estreno que siguió celebrándose año tras año y creciendo, hasta coronarse como la más multitudinaria en su género, en el corazón de la asimismo capital por antonomasia de la cerveza.

 

En toda su historia, la multitudinaria fiesta sólo fue cancelada en tiempos de guerra.

 

Las medidas de seguridad se reforzaron tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 y ante los temores a un ataque del terrorismo islámico contra la multitud que se concentra día a día en la «Wiesn».

 

Hasta ahora, el más trágico atentado ocurrió en 1980, en el que un neonazi acabó con la vida de trece personas e hirió a otras 200.

 

La enorme popularidad de la Oktoberfest esconde, en lo que al ciudadano alemán se refiere, una estadística que evidencia el alto nivel de rechazo que la fiesta despierta en el país.

 

Un 42 % de los alemanes afirma «imaginarse» participando de la fiesta, frente a un 43 % que asegura jamás pisará la «Wiesn», según una encuesta del instituto demoscópico Ipsos.

 

El principal motivo de rechazo no es la cerveza sino los excesos e imágenes de borracheras descomunales que asimismo forman parte del paisaje tradicional de la «Theresienwiese» en esos días.

 

Se espera que el momento de máxima concentración de personas en la presente edición sea el 3 de octubre, Día de la Unidad Alemana y fiesta nacional, cuyo acto central se celebra de forma rotativa en los 16 «Länder» y que este año corresponde acoger a Múnich.

 

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