La piel, además de ser el órgano más grande del cuerpo, parece ser un elemento de exploración de la literatura. No es novedoso ni actual, pero lo es. Lo constata Ana Clavel. Y lo es más aún cuando es algo tan personal como una exploración propia del yo. De esto que somos. De nuestra propia piel.
Consciente (o no) de ello, la escritora Ana Clavel (Ciudad de México, 1961), quien tiene novelas transgresoras y tan llenas de deseo como Los deseos y su sombra (2000) Las Violetas son flores del deseo (2007), El amor es hambre (2015) y Por desobedecer a sus padres (2022), ha publicado recientemente, de nueva cuenta con Alfaguara, Autobiografía de la piel (2024), otrora retrato transgresor y repleto de sensaciones que trasciende el juego exploratorio de lo que puede o no narrarse, con la piel como lienzo, para reivindicar, nuevamente, con un lenguaje hondamente poético, el deseo y las obsesiones de un yo fundacional.
(A continuación, la conversación que la también cuentista e investigadora mantuvo con 24 HORAS sobre su novela, las inquietudes, su escritura y toda la suerte de sucesos inevitables que brotaron en el intercambio.)
Nombrar(se) y transgredir los límites
“En principio, yo quería que la piel narrara y contara su historia y de pronto, a esa voz personalísima, pensante, reflexionaba sobre el mundo y sobre sí misma, fue develando, en esa ficción, a las personas que estaban detrás, que contenían a la habitante primero como una gemela y luego como una multiplicidad”, contó Clavel al respecto de este título largo-lindo-sugestivo que lleva su libro.
“Y esa gemela de pronto tenía experiencias como muy del cuerpo, justamente —que me hicieron recordar fragmentos de mis libros anteriores donde yo había trabajado: los labios, el deseo, la sensualidad—. Y entonces me fui dando cuenta de cómo, a lo largo de mi trayectoria, de mis libros, esos temas que había visto que estaban presentes, de pronto los vi con mayor amplitud.
“Eso me hizo pensar en que, si al hacer como un recuento de los temas que tenían que ver con la piel, volví a escribir sobre el deseo de, por ejemplo, ser tentado, de sentirse tentado, de lo que nos tienta, como unos dedos que nos hurgan en nuestro deseo, de pronto volver a escribir eso cuando ya lo había dicho yo… como que ya no podía encontrar mejores palabras.
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“De pronto fue como pensar en que esos segmentos tenían que incorporarse, pero, ¿cómo tomarlos sin que fuera un rompimiento con la escritura de la piel? Entonces ahí fue como una primera señal de que el personaje que podía estar detrás era una escritora que hablara de sus libros y que hablara de la escritura misma como una segunda piel”, añadió la también Premio Nacional de Cuento Gilberto Owen.
(Se me ocurrió, dice la escritura un poco más tarde, que el asunto, específicamente de amor y del deseo, referido a temas transgresores como pueden ser el incesto con el primo, el deseo por ver una menor por adultos en estos juegos de el Lobo y la Caperucita, de la nínfula, el deseo por el padre… Todo esto que había estado también presente en diferentes escritos míos, si lo dejaba yo como en un nivel de ficción, pues podía yo tener una historia muy redonda, pero, en una sociedad donde se niega el deseo prohibido, a los deseos transgresores, a la líbido como una fuerza que está ahí presente y tenemos que manejar, los deseos clandestinos, de los que no se habla, que son políticamente incorrectos, lo mismo que asumir el placer como un espacio legítimo, todo eso me parecía que podía tener un peso más intrínseco si lo refería a una persona concreta, en este caso al personaje, ahora sí, Ana Clavel. Con la que yo, obviamente, coincido en muchas cosas, pero tampoco soy ella., del todo)
La novela de Ana Clavel, un espejo de libertad
La también autora de Paraísos trémulos considera que “la figura vivencial” dota de más peso “a la legitimidad del deseo”, por ello, por más que le pareciera transgresora la idea de:
“andar mezclando esos planos narrativos de la realidad y la ficción, a la vez también me pareció atractivo llevar más allá esos límites porque yo siento que la novela es un espacio de libertad creativa en la que puedes hacer de todo: desde contar una historia de una manera muy tradicional, hasta hacer otras propuestas, como en esta (novela), donde hay un poco de ensayo, un poco de texto especulativo, de la piel hablando sobre diferentes temas, de todo aquello que le llega de la realidad y cómo lo interioriza”.
Aunado, además, a otro elemento, dice la escritora: “la piel desnuda los hilos que están detrás de la ficción: cómo una experiencia de la piel de pronto se transformó en un cuento donde se narra el después que hubo con el primo, por ejemplo”.
“Entonces”, continúa, “digamos que es un acto muy deliberado, mostrar todos estos diferentes planos… porque si algo tiene la piel, siempre, cuando pensamos en piel, pensamos en la desnudez, no se nos ocurre una piel con ropa encima. La piel, cuando la concebimos como una abstracción, siempre es la piel desnuda, la piel que es límite, que es zona de contacto, y de ahí la fuerza de esa vulnerabilidad de la piel: en su contención, en su protección, en su aparente fragilidad”.
Las posibilidades infinitas de la piel
“Desde muy al principio, desde la frase: “mi memoria es oceánica”, yo concebí ya este horizonte que iba a desarrollar, como algo muy horizontal, como un paisaje que abarcara y que diera cuenta en sí mismo, en la escritura, en su temática, de la piel: extensa, extensa y a la vez intensa”, refiere Ana Clavel, al respecto de la aparente infinitud de posibilidades que expresa la piel, que es en este caso más que piel.
El epígrafe de Paul Valéry (“no hay nada más profundo que la piel”), que la autora ve describe como “una aparente contradicción” que “nos lleva a ese misterio de que detrás de lo aparentemente superficial hay todo un abismo que nos constituye”. Y añade:
“Desde muy al principio me di cuenta de que la escritura iba a reflejar ese horizonte de posibilidades, de temas, de ideas, de emociones, de sensibilidades, de percepción como los que uno supone están en la piel. Entonces sí: hay como esa búsqueda de descorrer la escritura como si fuera líquida y abarcara la piel, justamente”.
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—¿De dónde viene ese deseo tuyo de crear todas esas texturas y de dar todas esas impresiones y de generar todo eso tan profundo y todo eso tan hondo en los lectores? —pregunto, ante el “impacto” y la idea de que una novela como Autobiografía de la piel se lee con todo el cuerpo.
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—Es algo que, de algún modo, no me he propuesto deliberadamente —sostiene—. Hay veces que me han calificado de escritora de erotismo, ¿no?, (pero) yo creo que más que erotismo, que sí de pronto se despierta, es sobre todo de sensualidad. Yo cuando voy escribiendo, voy escuchando las frases y yo misma voy cayendo en la magia, en lo enigmático que se suscita en la escritura, como una especie de trance.
Eso que voy logrando, asevera en su misma reflexión, es un poco como una prueba de deseo que se desata en mi escritura, y que busco darle esa prueba de deseo al lector. La verdad es que cuando leí esa frase de Roland Barthes, de “el texto que usted escribe debe probarme que me desea”, para mí fue una revelación porque es lo que yo había venido haciendo: ese pacto de lectura donde quiero hacer que el lector me siga y se sienta seducido y se sienta atrapado en esta suerte de escritura sensorial, que no está peleada con la profundidad o con lo intelectual, con el juego o con las propuestas poéticas, literarias. (Y) eso es para mí es fundamental porque yo cuando verdaderamente disfruto un libro es porque son libros que me han deseado como lectora, que he sentido esa prueba de amor de la que habla Barthes, y que a mí me hicieron infinitamente feliz desde que empezó mi itinerario con los libros.
Ponerse en la piel de la piel
—¿Cómo fue ponerse en la piel de la piel para escribir esta novela?
—Sobre todo un ejercicio de imaginación, —recuerda inmediatamente Clavel, a través de la pantalla—, de ir elucubrando posibilidades, soltando la escritura, guiándome por algunos asideros importantes, lo que descubrí en torno a la piel en términos médicos, de anatomía, y una consciencia de estar abierto con la piel de la imaginación, los poros abiertos a todo lo que pudiera entrar. Por ahí hay un filtro como muy fino ya, que me permite intuitivamente saber qué es lo que beneficia esa escritura. Y las señales estuvieron por todos lados. Yo dejé eso: que la escritura se desatara, que también fuera como una piel extensiva que podía abarcarlo todo. Por eso lo mismo se habla del laberinto, del sombrero que de los labios, que de los feminicidios. Sí, como que estuve abierta a todas las posibilidades.
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Acaso como un paréntesis, dando por hecho la importancia del oficio, la novelista confesó que cada libro es diferente, pese a todo, que se siente incluso un poco inerme:
“Yo, en este caso, como buena piel pensante, me sentí muy vulnerable ese tiempo que me llevó la escritura, sí fue un proceso de desnudamiento para mí misma. Hubo cosas que no había entendido y que de pronto descubrí”.
Esta más reciente novela de Ana Clavel, Autobiografía de la piel, se presenta hoy, 01 de marzo, en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, en la Capilla, en punto de las 17:00 horas, junto las escritoras Mónica Lavín y Nayeli García Sánchez.
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