Hay, en el acto de leer literatura epistolar, un nivel de intimidad y de observación sobre quien escribe que no tiene presencia tan punzante en otros géneros literarios. La transparencia suele ser más tenue, casi imperceptible. Acá, pese a la certeza innegable del ejercicio ficcional, uno siente estar en las entrañas de aquella persona que escribe.
En Archivo agonía (Editorial Sexto Piso), la autora Marina Azahua (Ciudad de México, 1983) desdibuja ese andar hondo, intimista, interpretativo, de memoria, solitario y luminoso mediante las misivas que R. envía a su amigo, el editor Gabriel Fonseca, tras la muerte de Edith, esposa del primero, quien ha dejado un archivo de intervenciones y estudios sobre algunas de las fotografías más memorables —aquellas que registraron el momento exacto, o previo, a algunas muertes históricas—, por lo que R. busca, con mesurada insistencia, la posibilidad de que se publique un libro con todo aquello que dejó su compañera de vida.
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Sentados en la planta alta de una cafetería ubicada en la colonia Condesa, entre el ruido inevitable de un espacio siempre concurrido y las calles de la ciudad, Marina Azahua platicó con este diario sobre su nueva novela.
—Quería comenzar con algo completamente distinto. pero ahora que veo la portada en vivo, quiero empezar por ahí. Es que parece ser completamente diferente al contenido del libro. ¿Fue decisión editorial?, ¿tuya?
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—Para mí era importa que, aunque es un libro sobre la muerte y la agonía, que no fuera un libro lúgubre, porque también es un libro sobre el amor, sobre la luminosidad y sobre encontrar un poco la luz en medio de la oscuridad. Entonces, era importante que la portada no dijera: “soy un libro sobre la muerte”. Y digo, un poco es engañar al lector, pero creo que es un buen engaño y que vale la pena —responde entre risas—.
Aunque tiene que ver con diversos aspectos, dice que tiene que ver con su labor en Ediciones Antílope, donde las portadas de los libros, en conjunto con su filosofía como editora, convergen en esa máxima de que el diseño es muy político:
“No sólo es decoración, sino que es una postura política, que la transmisión de información a través de los colores, las formas, es parte del contenido de un libro”.
—En realidad —continúa con la reflexión—, es un truco porque la portada parece muy colorida, pero los dos colores que tiene la portada son dos colores absolutamente asociados a la muerte y a las tumbas. Los dos colores son coral y turquesa, y toda tumba prehispánica incluía coral y turquesa, entonces, en realidad, es una portada sobre las tumbas.
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—Siento que las cartas exigen un nivel profundo de intimidad, y a veces uno se siente un chismoso de estar leyéndolas, aunque sepamos que son ficticias. Y es importante que la persona que escribe, en este caso tú, no nos haga sentirnos ‘chismosos’, sino que entremos al nivel de intimidad de ritual que mantienen quienes interactúan. ¿Por qué decidir escribir cartas en este mundo que exige todo lo contrario a la intimidad, al que no le interesa detenerse a observar…? —pregunto a la también ensayista—.
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—Creo que la elección de cartas como estrategia narrativa, como que toda novela es una maquinita, entonces, ¿cuál va ser el mecanismo narrativo? —reflexiona y parece responderse al mismo tiempo—. Yo elegí que fueran cartas por varias razones. Una de ellas es que las cartas permiten escribir en segunda persona y eso se vuelve muy importante como estrategia de escritura para mantener ciertas cosas como en las sombras, y que se revelan al final. La otra razón por la cual elegí el género epistolar, que es una razón muy extraña, es porque soy muy fan del Drácula de Bram Stoker, (que) para mí es una de las mejores novelas jamás escritas. También tiene que ver con mi afición por los archivos y por las tecnologías de la representación: la cámara… lo que le llaman “estudio de los medios”. Cómo la tecnología, a partir del siglo XIX, se volvió un elemento fundamental de cómo interpretamos el mundo y de cómo lo representamos, y se han concentrado mucho en mi devoción por estudiar la fotografía como género.
ESTRUCTURA, INTERPRETACIÓN Y MEMORIA
La estructura narrativa, los elementos, fueron elegidos al dedillo. Marina tuvo claro desde siempre cómo representar ese deseo de interpretación a través de lo que está; es decir: la información proporcionada por R., con base en sus propios registros cuasi antropológicos y etnográficos, pero también de aquello que no está, eso que falta en las misivas.
—De alguna manera, —pregunto—, como dices, interpreta R. lo que encontró en las cartas de Edith, y a su vez nosotros reinterpretamos eso. Es un trabajo de memoria bastante cíclico: lo que escribiste, lo que entiende R., lo que entendemos nosotros… estamos en una espiral que no termina nunca.
—Exacto…
—Eso es, sin querer, una definición de la memoria. En ese sentido, siendo que la intención era escribir, sí sobre la agonía y la memoria, como nos advierte el libro en todas sus páginas, ¿qué importancia tiene la memoria?
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—La memoria es fundamental en toda mi trayectoria como escritora, como antropóloga, como historiadora —recuerda incluso que su tesis de licenciatura tiene que ver con la memoria, específicamente con el olvido—. El olvido y la memoria siempre han sido factores muy importantes en mi vida, pero fíjate que para este libro yo lo pensé como cajitas: como un archivo dentro de un archivo dentro de un archivo: el archivo de Edith que colecciona fotos donde la gente está muriendo; y luego está el archivo de R., que son las cartas que hablan sobre el archivo de Edith; y luego esas cartas terminan alojadas dentro del archivo personal de la correspondencia de Gabriel Fonseca; y luego ese archivo de correspondencia personal termina institucionalizado al catalogarse dentro del archivo institucional que nunca definimos. Son como cajitas interiores de archivos dentro de archivos, y alguien decía que es como una matrioshka, pero la verdad es que la definición que acabas de dar de memoria es mucho más humana, que es como espiral. Una escalera en espiral: son vueltas, no solamente cosas alojadas dentro de otras de manera jerárquica o lineal, sino que le ejercicio de la memoria a nivel humano, de cómo performeamos la memoria, es espiral, no lineal.
Fui una niña que le tocó mucho convivir con adultos viejos, entonces me tocó mucho escuchar anécdotas y mis abuelas eran grandes narradores, entonces me tocó practicar la escucha desde muy, muy, muy niña. Mi abuelo era gran narrador de anécdotas familiares, entonces, como que se fue acumulando en mi mente la práctica de la memoria como parte del legado, y creo que por eso me importa tanto en este libro el tema del legado y el tema de qué pasa cuando se interrumpe, cuando ya no es transmisible, qué pasa con los archivos que van a morir, que nadie los va a salvar. Eso me parece muy trágico, continúa.
—Es como una especie de rescate, ¿no? —interrumpo—.
—Rescatar lo que queda y el rastro de lo que queda. Digo, como historiadora y antropóloga es algo de lo que más me importa —concluye—.
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—Además de la memoria y de la muerte, encuentro ciertos puntos referenciales que conectan todo lo que quieres contar en todo el cuerpo de tu novela. Sí la memoria, pero [también] la memoria sobre la memoria; el cuerpo, además; el amor, como advertías en un principio; la soledad; el tiempo, y por supuesto la escritura. Es un mapeo personal, quizá sesgado, pero quiero preguntarte qué piensas al respecto de esta idea-organización respecto de tu novela.
—Me parece que son los nodos centrales —explica—. De entrada, la mezcla de géneros de escritura, es una cosa que es importante para mí: construir más porosidad entre los géneros. He sido académica, soy escritora literaria y me importa que haya más porosidad entre el pensamiento teórico y la literatura. O la literatura me parece un vehículo para llevar a la reflexión cosas más abstractas que a veces exploramos mucho en la teoría. Por eso a mí me parece importante la literatura, porque además me importa escribir libros que sí sean…, —continúa—, o sea escribir sobre temas más grandes pero que sea legible para la media de los humanos que leen un libro.
Sin querer, o sí, apenas luego, reflexiona sobre ese espacio liminal entre el des-conocimiento que existe entre quien escribe y entre quien lee. Esos detalles que son cosa de uno:
Y definitivamente el tema del tiempo fue fundamental, y fue muy divertido, durante la escritura de la novela, administrar el tiempo. Es el tipo de cosas como, es el fondo del iceberg de cosas que el autor sabe y que los lectores no tienen por qué saber, pero todas las fechas son clave: todas las fechas que elegí tienen significados personales, o públicos. Por ejemplo, hay un capítulo que habla sobre una fotografía de una mujer que está siendo ejecutada en la silla eléctrica y tomaron una foto en el momento exacto de su ejecución, y entonces habla, R. en la carta que le está escribiendo a Gabriel, del temblor de la silla eléctrica, entonces hablar de la agitación del cuerpo y el temblor, y la fecha de esa carta es el 19 de septiembre (de 2015). Y luego hay mil otras fechas que nadie más va a saber, pero esa es una referencia de la memoria pública. Pero… el tiempo es muy importante, la ausencia del tiempo, cuánto tiempo pasa entre carta y carta, qué cartas se perdieron y que no están, qué cosas de las cartas se perdieron. Y el tema de la soledad me toca mucho porque la soledad cruzada con la vejez siento que es una de las grandes deudas que tenemos como sociedad…
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—Finalmente, quiero decir que encuentro en tu libro unas imágenes muy poéticas. Pongo como ejemplo una que hay casi al inicio, cuando se describe melodiosa y poéticamente la palabra cortejo. Me interesa saber cómo fue meter esas imágenes-detalles a lo largo de una novela que está conformada por cartas.
—Fíjate que la imagen del cortejo me da mucha alegría que se tuvo el efecto deseado porque van varias personas que lo mencionan. Porque luego hay cosas que como autor dices: “voy a tratar de poner esta pista y ver cómo la gente la cacha”, y varias personas han mencionado lo del cortejo, y me da mucha alegría que sea obvio, porque eso es un poco lo que hacemos como escritores: todo el tiempo estamos intentando cortejar al mundo, tenemos esta cosa que nos inventamos y que tiene muchísimo valor para nosotros y estamos tratando de cortejar a un editor, a un público, a un lector. No hay lugar más vulnerable que cuando escribimos algo y se lo damos a alguien más para leerlo. Es como presentarnos en nuestra mayor vulnerabilidad. En ese cortejo lo más importante es, justo: el acto de fe de creer en lo que nosotros inventamos y que puede llegar a tener un valor para alguien más.