Rafael Lemus
Cortesía del autor y Penguin Random House. Retrato del crítico literario y académico Rafael Lemus.  

Sería lógico iniciar por el principio, arguyendo la cronología pertinente de la conversación, sin alteraciones. Sin embargo, quisiera comenzar por el final. Más que por capricho, por importancia. Aunque es pregunta habitual, sabe distinto por las variaciones de cada cual, nunca nada es lo mismo.

Nunca había recibido una respuesta como la del crítico literario y ensayista Rafael Lemus (Ciudad de México, 1977), quien no reside en México, pero estuvo en una visita fugaz para platicar sobre su nuevo libro, Atlas de (otro) México (Grijalbo). Entonces, este medio tuvo oportunidad de platicar con él.

También te puede interesar: Silvia Pasternac: “Yo soy mi balcón, ese es el lugar desde donde miro”

Ante el cuestionamiento sobre sus inspiraciones, llámense libros, autores, músicos, discos, obsesiones imprescindibles, casi que no dijo nada. No sobre eso en realidad, empero me confesó: “Durante la escritura me acompañó el ruido de mis hijos en casa”. Entrañabilidad aparte, parece elemental recordar la íntima colectividad de la escritura cuando se vive con la familia, cuando ésta forma parte del imaginario, de la construcción de las voces.

Dicho lo anterior, es inevitable volver al inicio. A la construcción de este Atlas de (otro) México que explora el territorio de las geografías inmortalizadas dentro de la literatura, de El periquillo sarniento (1816) pasando por Pedro Páramo (1955) y 2666 (2004) hasta llegar a Temporada de huracanes (2017). Es decir, un recorrido por las épocas ya sea para encontrarnos o perdernos. Saberlo con certeza está de más.

**

—Quisiera empezar a partir del ensayo que escribes sobre Pedro Páramo y Comala. Por la contrariedad de tu texto ante lo que siempre se ha dicho de la novela, y, a partir de eso, preguntarte cómo fue para ti volver a estas obras y, por supuesto, ir un poco en contra de las convenciones casi universales —pregunto—.

—Este libro nace de mi deseo de perderme en la literatura mexicana de otro modo —espeta—. Estaba buscando alguna forma de releer y leer de distinto modo el archivo literario mexicano y opté por esta perspectiva espacial; pensar los espacios de la literatura mexicana, en particular los espacios imaginarios. El primero que visité, desde luego, es Comala, porque es o debería ser como el espacio donde están los secretos, es un espacio que si lo visitamos tendrá que revelarnos el secreto sobre muchas cosas: la identidad, la cultura y la política mexicana, pero creo que no pasa eso. Pedro Páramo es una obra maravillosa, pero como digo en el libro: es un clásico extraño, ya tardío, experimental, demandante, es un clásico que se niega a darnos respuestas y que prácticamente nada nos dice. Y lo mismo Comala: es un espacio mitad cierto, mitad fantasmal, mitad mítico que visitamos y lo que encontramos son silencios.

—Como crítico literario, pienso que vuelves con frecuencia a ciertas obras. En el caso particular de las que componen el libro, ¿las encontraste diferentes?, ¿cómo fue volver a leerlas a partir de esta idea tuya de hacer un ensayo espacial?

—Sí, desde luego —responde Rafael Lemus—. Creo que esta perspectiva espacial me hizo pensar de otra manera algunas obras que ya conocía y me hizo descubrir varias otras, digamos que algunos lugares me fueron llevando a otros lugares, algunas obras a otras obras, y en estos sitios me encontré con cosas nuevas qué pensar y me encontré con cosas que ya había pensado y pude repensar quizá de manera distinta.

También te puede interesar: Federico Guzmán Rubio: "El ensayo tiene que ensuciarse un poco de realidad"

—Ustedes como escritores lo terminan (el libro), en cierto modo, pero es tarea de los lectores, en realidad, completarlo con la lectura. En el caso particular de tu libro, pienso en algo bastante circular, que no termina. Algo bastante cíclico. ¿Fue intencional esta idea de seguir pensando y pensando en México o la identidad a partir de estos textos?

—Sí, son dos cosas —subraya—. Los espacios de la literatura son siempre espacios incompletos, y todavía más estos espacios imaginarios, los autores no terminan nunca de construirlos, levantan algunos espacios, pero no todos, (algunos) los trazan apenas. Y somos los lectores, cuando los recorremos, cuando los vamos completando, conjeturando, aquellos lugares que los autores no levantaron les vamos poniendo color, vamos generando las distancias entre un sitio y otro. Y, segundo, lo que yo hago es recorrer estos espacios y mientras los voy recorriendo voy escribiendo una bitácora de viaje, pero esta bitácora es la mía y quiere ser una invitación para que los lectores también recorran estas obras y vayan levantando su propia bitácora.

—Eliges escritores demasiado conocidos, y otros que no tanto. Inicias con el El periquillo sarniento y terminas con Temporada de huracanes de Fernanda Melchor. Es hasta cierto punto cronológico. ¿Habría cambiado de cierto modo el sentido si no hubiera sido estructurado de tal forma?

—Sí, es cierto que el libro avanza cronológicamente, y por lo mismo marca un arco temporal del país desde mediados del siglo XIX hasta el presente —detalla—. Y este arco temporal se va oscureciendo en el camino. Al principio, a mediados del XIX en la Nueva Filadelfia, fundada en la novela El monedero de Nicolás Pizarro, hay mucha luz y hay esperanza, hay promesa. Pizarro cree que existe la posibilidad de planear México, proyectarlo hacia el futuro y esta expectativa, esta esperanza, el pensamiento utópico va desapareciendo gradualmente a lo largo del libro y a lo largo de la historia mexicana y con lo que terminamos son con obras y espacios oscurísimos como Santa Teresa de Roberto Bolaño y La Matosa de Fernanda Melchor, donde apenas si hay lucha, donde no cabe ya el pensamiento utópico y donde los autores en realidad lo que están haciendo es un registro de los muchos daños.

También te puede interesar: Ana Clavel: “La piel desnuda los hilos que están detrás de la ficción”

—¿Cómo nace esta idea o de dónde viene esta inquietud de volver a pensar México a partir de estos espacios imaginarios?

Me parece que la crítica literaria puede hacer muchas cosas. Entre otras, bitácoras de viaje, levantamientos cartográficos, y en este libro intento eso, como otra forma de practicar la crítica literaria. Ese era uno de mis intereses: cómo acercarme a estas obras de un modo que me permitiera no sólo analizarlas, sino también recorrerlas y hacer la crónica de ellas —cuenta Rafael Lemus—.

—Aun con eso, creo que navegas en bastantes géneros. Para catalogarlo, podrán ponerlo en el ensayo. Pero hay mucho de eso, de crítica…

—Hay algo de crítica literaria, algo de bitácora de viaje, algo quisiera creer de narrativa, algunas estampas narrativas, algo de crónica.

—Bastante porosidad entre géneros. No quisiera decir que es una tendencia, pero se me ocurre el más reciente libro de Federico Guzmán Rubio, donde hace crónica, pero hay mucho ensayo, muchas estampas narrativas…

—Sí, lo quiero leer. Debe haber sido muy divertido escribirlo. La crónica tiene tanta libertad, porque puede ser muy narrativo, puedes hacer un recuento histórico, puedes pensar ensayísticamente y te da mucha libertad prosística, puedes soltar la pluma. Mientras que el ensayo normalmente te pide, de pronto, más concentración —observa Rafael Lemus—.

—Háblame sobre ese cruzamiento entre obras muy conocidas y otras que de plano podemos no conocer. ¿Cómo jerarquizar, o incluir, para crear este imaginario?

También te puede interesar: Luciana Langoni: “Siempre existe la dualidad del bien y el mal”

—La literatura mexicana, a lo largo de su historia, ha fundado distintos espacios imaginarios. En este libro sólo incluyo diez que responden a dos criterios: deben haberse desprendido de una novela y deben sobrevolar más o menos cerca del territorio nacional. Por eso mismo dejé afuera espacios fantásticos y que quizá me hubiera gustado visitar, y también dejé fuera experimentos utópicos, comunidades alternativas que, aunque producen textos, son más materiales como las que revisa Federico en su libro. Entonces, sí, tuve que delimitar de ese modo. Quise que estos espacios estuvieran desperdigados a lo largo del mapa de la república y también en el tiempo para que nos ofrecieran un acercamiento diverso a la realidad mexicana —reflexiona Rafael Lemus—.

—¿Hubo alguna pulsión en específico sobre la intención para con los lectores o para con el gremio literario para reflexionar a partir de esto? Como consecuencia natural o concreta de la publicación, digamos…

—Mi libro anterior y mucha de mi crítica literaria ha querido ser ante todo una intervención en el campo literario, en ciertas discusiones públicas y, en este caso, aunque desde luego interviene y quiere formar parte de discusiones culturales amplias, en este caso me ofrecí creo yo más libertad para explorar las obras literarias, estos espacios y la forma del ensayo. En ese sentido sí, sí hay un intento de intervenir, pero quizá, y sobre todo, un deseo de viajar, perderme en ciertos espacios… —concluye—.

**

Rafael Lemus presentó Atlás de (otro) México en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. Por ahora, no se avizoran nuevas presentaciones, pues el escritor reside en Estados Unidos, donde da clases ordinariamente. Cuando los espacios geográficos lo permitan, quizá suceda.

Redactor web en el diario 24 HORAS. Escribo y hablo de literatura. Autor en Puentes (Editorial Gato Blanco) y Escribir es un ensayo (Grupo G - Horizon y Canon Mexicana).

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *