La dimisión de Trudeau como primer ministro de Canadá no sólo marca el cierre de un capítulo en la política canadiense, sino también el declive de una generación de líderes liberales que prometían renovación. Trudeau, al igual que Obama y Macron, representó una apuesta por la modernidad. Sin embargo, esa promesa de cambio parece haber terminado en un profundo desencanto que no sólo abre la puerta a nuevos cambios en el panorama político del país, sino que también parece cambiar las reglas del juego en el tablero norteamericano.

Trudeau llegó al poder en 2015 tras una década de gobiernos conservadores. Con una agenda progresista y un apellido que evocaba el liderazgo de su padre, se convirtió rápidamente en un referente del liberalismo moderno. Desde la reconciliación con comunidades indígenas hasta políticas ambientales ambiciosas, prometió cambiar la narrativa en Canadá y posicionarse como un líder global. No obstante, el paso del tiempo desgastó su estrella política, desplomando su aprobación al 16%.

En este contexto, y a pesar de que la administración de Trudeau no se distinguió por una cercanía especial con México, la probable llegada de un liderazgo más conservador en Ottawa podría complicar los vínculos bilaterales, particularmente en el marco del T-MEC. Esto toda vez que el ala conservadora canadiense ha cuestionado en repetidas ocasiones la participación de México en el T-MEC, responsabilizándolo de ciertas tensiones en el comercio regional.

Por ello, me parece que México no debe subestimar el impacto de este giro político. Al contrario, será necesario reforzar los esfuerzos diplomáticos para evitar convertirse en el blanco de críticas comerciales; pues en un momento en que el T-MEC sigue siendo una herramienta esencial para la competitividad económica del país, garantizar su estabilidad y efectividad debe ser una prioridad estratégica.

En ese sentido, la diplomacia mexicana enfrentará el reto de revertir esta narrativa negativa. Será crucial encontrar coincidencias con el próximo gobierno canadiense, que probablemente estará liderado por Pierre Poilievre, quien tiene una postura más alineada con Donald Trump, y podría inclinarse hacia una revisión más estricta del tratado en 2026 o incluso un desmantelamiento del mismo, como advierten algunos especialistas.

Sin duda, el caso de Trudeau deja una lección para los líderes liberales: el carisma y la popularidad pueden abrir las puertas al poder, pero no garantizan un liderazgo sólido ni una conexión duradera con los ciudadanos. En un mundo marcado por la polarización y las crisis económicas, los discursos esperanzadores deben acompañarse de resultados tangibles.

Frente a tales circunstancias, México enfrenta un entorno internacional cada vez más hostil, pero también lleno de oportunidades. Más allá de las tensiones y diferencias, la integración comercial y económica sigue siendo la mejor estrategia para competir frente a potencias emergentes. En ese sentido, la capacidad de negociación y el fortalecimiento de alianzas serán clave para navegar este periodo de incertidumbre.

 

•       Consultor y profesor universitario

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