La inteligencia artificial (IA) no es un concepto futurista ni una posibilidad remota; se trata de una realidad que está transformando el mercado laboral con una velocidad sin precedentes. El reciente Informe sobre el futuro de los empleos del Foro Económico Mundial pone cifras concretas sobre la mesa: el 41% de las empresas planea reducir su plantilla debido a la automatización impulsada por la IA antes de 2030. Esta tendencia, lejos de ser un simple ajuste tecnológico, representa un cambio estructural con profundas implicaciones económicas y sociales.

Hasta hace poco, la automatización se limitaba a tareas repetitivas o físicas. Hoy, con la irrupción de la IA generativa, profesiones tradicionalmente consideradas a salvo de la tecnología se encuentran en riesgo, toda vez que un sinfín de herramientas ya pueden replicar tareas que antes requerían habilidades humanas especializadas.

El impacto es innegable: según el Foro Económico, profesiones como los secretarios ejecutivos y operadores de nóminas se encuentran entre las más afectadas, pero también lo están los diseñadores y algunos roles en el sector legal. De modo que la IA no sólo está reemplazando trabajos manuales, sino también aquellos que implican pensamiento crítico y creatividad –un escenario que desafía las nociones clásicas sobre la automatización laboral.

Ante este panorama, los gobiernos enfrentan un dilema: regular la IA para proteger el empleo o fomentar su desarrollo sin restricciones. Por el momento, la Unión Europea avanza con la Ley de Inteligencia Artificial, mientras que en Estados Unidos el enfoque es sectorial. En México, por su parte, aunque aún no se activa la discusión en este ámbito, la necesidad de acciones claras es urgente; pues prevenir, siempre es mejor de reaccionar. Y aún más, cuando las regulaciones velan tanto por las personas como por el progreso y la innovación.

Sin embargo, el reto está en encontrar un punto de equilibrio. La historia muestra que la tecnología no puede frenarse, pero tampoco puede desarrollarse sin consideraciones éticas y sociales. La solución podría pasar por la capacitación de la fuerza laboral: el 77% de las empresas encuestadas por el Foro Económico planea invertir en la formación de sus empleados para que trabajen con la IA, lo que abre una oportunidad para la reconversión profesional.

Para las empresas, el mensaje es claro: integrar la IA no es una opción, sino una necesidad competitiva. Pero el éxito de esta transición dependerá de cómo se maneje su implementación en la sociedad; ya que ésta o puede ser una aliada de la productividad o un factor de inestabilidad social, dependiendo de las decisiones que se tomen hoy.

Frente a tales circunstancias, no cabe duda que la IA no es ni una amenaza absoluta ni una solución definitiva. Tan sólo es un cambio de paradigma. Por lo que la pregunta no es si la inteligencia artificial transformará el mundo laboral, sino si la sociedad está preparada para afrontar esa transformación sin dejar a nadie atrás.

 

Consultor y profesor universitario

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