El reloj marcaba las 11 de la noche del sábado 14 de septiembre y todo era normal en el puerto de Acapulco. Los turistas, preocupados, deambulaban por la costera Miguel Alemán con un sólo deseo en mente: encontrar algún lugar donde pudieran ver la pelea del Canelo contra el norteamericano Floyd Mayweather.

 

La lluvia intermitente no impidió que las tiendas de conveniencia se convirtieran en improvisados bares donde acudieron los trasnochados mirreyes que buscaban box, fiesta y ligarse a alguna lobuki, “como debe ser, papaloy”.

 

Pero la fiesta estaría a punto de acabar: Mayweather dio cátedra de box fino a un Canelo Álvarez que, según dice la audiencia en el post-copeo de la derrota, "era un producto inflado de Televisa, ¡qué bueno que perdió!". Salud.

 

Mientras, afuera, la lluvia seguía arreciando, el viento seguía soplando fuerte... pero nada de ello importó; la noche pedía un after y el BabyO' era la opción. Sin importarles la inclemente lluvia, los mirreyes se fueron a hacer "puerta" afuera del mítico antro. Algunos con sombrillas, otros con gafas obscuras (nunca hay que perder el estilo), todos esperando que Chepe les dejara entrar. "Somos dos Chepe, no seas así..."

 

Esa noche y madrugada llovió como nunca en el puerto. El conocido efecto de "cama voladora" (todo aquel que haya abusado alguna vez del alcohol lo conoce bien) parecía tomar dimensiones épicas: la lluvia golpeaba las ventanas de los hoteles cual si se tratara de cubetadas de agua, el viento sacudía las palmeras, agitaba el mar, obscurecía el amanecer, era una película de terror... ¿Se trataba de los efectos de la borrachera o en efecto estaba pasando?

 

El despertar fue complejo. El agua no dejaba de caer, el sol nunca más asomó, el agua no supo de límites y lo cubría todo. Varios hoteles amanecieron inundados, incluso en sus habitaciones más altas; las calles estaban cubiertas de agua y arena, muchos comercios no abrieron. El servicio de los hoteles se tornó errático: no hay gente suficiente para atender, no hay luz, no hay celulares, no hay internet. Pero sobre todo, no hay noticias... ¿qué pasa allá afuera?.... no importa, mientras el refrigerador siga lleno, la fiesta sigue... al fin que ya nomás nos queda un día de vacaciones.

 

Afuera, en el mundo real, el puerto vivía uno de sus momentos más difíciles en su historia: deslaves, zonas incomunicadas, ríos desbordados, inundaciones...muertos. Los empleados de la zona hotelera llegaban tarde a sus trabajos, pero contaban sus historias a todo aquel que preguntase: "yo vivo en la zona alta, todo está inundado, no se puede pasar, hay algunos camiones del ejército ayudando, la cosa está muy complicada, tuve que dejar a mi familia para venir a trabajar, mi temor era que me corrieran... hasta tomé un video en mi celular para enseñárselo a los jefes". La imagen mostraba camiones de redilas que subían gente, inundaciones donde el nivel del agua llegaba a la cintura, carros varados, casas inundadas, el patrimonio de la gente devastado por la fuerza del agua.

 

-¿Alguna vez había pasado algo así?

 

-Nunca, nunca en toda mi vida de vivir aquí y trabajar en la parte hotelera habíamos visto esto.

 

Y es hasta ese entonces que vino la cruda: resulta que no hay forma de salir de aquí, el aeropuerto está inundado, la Autopista del Sol presentaba múltiples deslaves, puentes colapsados, túneles bloqueados, el puerto de Acapulco estaba incomunicado por mar y tierra.

 

El reloj marcaba las 2 de la tarde del lunes 16 de septiembre y todo era un caos en el puerto. Los turistas, preocupados, deambulaban por la costera Miguel Alemán con un sólo deseo en mente: encontrar un hotel barato. No hay forma de regresar al DF y el presupuesto del "puente" de 16 de septiembre se había agotado. Vamos, se trataba de irse un fin de semana a Aca, igual no hay mucho dinero pero regresando ahí la vamos librando...

 

Los turistas fueron mudándose de hoteles caros a opciones más económicas. Ya no hay dinero, hay que regresar al trabajo, los jefes nos van correr. Es el temor de la inmensa mayoría. La escena es dantesca: arrastrando sus maletas, cientos de paseantes van de un hotel a otro, buscando habitación barata. No hay. Simplemente no hay.

 

"Pero señorita, si ya dijo el secretario de gobernación que nos deben dar gratis la noche, por qué nos corren", es el reclamo en muchos de los hoteles donde las instrucciones de Osorio Chong aún no han llegado. La gente debe pagar la noche, o buscarse otro hotel más barato.

 

Al día siguiente una esperanza: dicen que ya hay vuelos hacía México, que hay que ir cerca del aeropuerto, adelante de Punta Diamante, para anotarse en una lista.

 

Lo que sigue es el caos

 

La gente acude en tropel a buscar el preciado boleto, son familias enteras que van  arrastrando maletas, bolsas, hieleras... no tienen otra opción, ya no hay dinero para pagar una noche más de hotel. Al llegar al sitio lo que encuentran es una lista de 800 personas para salir al día siguiente, aunque para ello lo mejor es esperar en el albergue improvisado un día completo. No hay comida, pero te dan una colchoneta. Es el precio a pagar por salir de aquí.

 

“No mames wei, está del carajo, mejor nos regresamos al hotel.... a ver qué hacemos", dicen unos mirreyes que toman con filosofía el panorama desolador. De regreso, enfundados en sus Crocs y sus gafas obscuras, le piden a unos militares si les dejan tomarse una foto con ellos. Mañana será otro día, y al menos el viajecito dio para una muy buena foto "pal feis". La cruda de un acapulcazo.

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