AUSTIN. El estado de Texas y México comparten más de dos mil kilómetros de frontera y sostienen un fructífero intercambio comercial, pero en lo diplomático mantienen una tensa relación que esta semana vivió dos nuevos episodios que provocaron el enfado del Gobierno azteca.

 

El primero ocurrió en Grapevine, un municipio texano cercano a Dallas, cuando un agente de policía disparó al ciudadano mexicano Rubén García Villalpando, que murió.

 

Los hechos ocurrieron tras una breve persecución policial: Villalpando, de 31 años y originario del estado de Durango, detuvo el vehículo, salió con las manos sobre su cabeza y se dirigió al agente, momento en el que este le disparó, según el video registrado por el coche patrulla.

 

Aunque el suceso ocurrió el viernes de la semana pasada, no trascendió hasta este martes, cuando la viuda, Martha Angélica Romero, se lo comunicó al cónsul de México en Dallas, José Octavio Tripp.

 

Se trata de la segunda muerte en pocos días de un ciudadano mexicano a manos de la policía estadunidense tras la de Antonio Zambrano Montes, abatido en Pasco (Washington) el pasado 10 de febrero, después de que los agentes le disparasen 17 veces.

 

Ambos iban desarmados.

 

El otro lance que comprometió las relaciones políticas entre Texas y México fue una recomendación emitida el martes por el Departamento de Seguridad Pública (DPS) del estado sureño y dirigida principalmente a los estudiantes universitarios, en la que aconsejaba no viajar al país vecino durante el receso primaveral.

 

Aunque el DPS reconoció «grandes avances» de México «en su lucha contra los carteles» de la droga, también apuntó: «basándonos en la naturaleza impredecible de la violencia de los carteles y otros elementos criminales, el departamento urge a los ciudadanos que no viajen a México».

 

La reacción del Gobierno de México no se hizo esperar y su Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) consideró la advertencia una «generalización inaceptable» que «dista de la práctica internacional que de manera responsable deben ejercer los gobiernos».

 

«La Cancillería ha reiterado en múltiples ocasiones su posición de que anuncios de esta naturaleza deben ser siempre específicos, con información precisa y contextualizada, a fin de que sean verdaderamente útiles y de evitar generalizaciones», apuntó en un comunicado.

 

Del mismo modo, el Gobierno mexicano «condenó» la muerte de Villalpando como ya había hecho con la de Zambrano: «son muestra reiterada de un uso de la fuerza letal de modo desproporcionado que conduce a la pérdida innecesaria de vidas, erosionando la confianza que debe existir hacia las autoridades en las comunidades».

 

Denunció además la «notoria violación» a la Convención de Viena que supone que el Departamento de Policía de Grapevine no informase al consulado mexicano de la muerte del ciudadano extranjero.

 

El propio presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, había considerado «indignante» la muerte de Zambrano.

 

Los casos ocurridos esta semana se suman a una lista de desencuentros que han comprometido las relaciones entre Texas y México en los últimos meses.

 

Al Gobierno mexicano no le gustó la militarización de la frontera que ordenó el ex gobernador texano Rick Perry el año pasado en respuesta a una crisis migratoria, un despliegue de la Guardia Nacional que tenía que durar tres meses pero que se ha prolongado de forma indefinida.

 

El despliegue coincidió con una visita de Peña Nieto a Los Ángeles, donde afirmó, sin citar a Texas: «Hay estados que no han evolucionado tanto como California y que todavía escatiman reconocimientos y, peor aún, los derechos de los inmigrantes», al considerar la militarización de la frontera como «discriminatoria» y «reprobable».

 

Por eso, tampoco fue bien recibido por parte del Ejecutivo azteca que Texas tomara la iniciativa opositora contra la iniciativa del presidente estadunidense, Barack Obama, de regularizar a más de cinco millones de indocumentados, muchos de ellos mexicanos, ahora suspendida a raíz de una demanda interpuesta por el estado sureño.

 

Que las relaciones diplomáticas no pasan por su mejor momento se evidenció en enero, cuando el nuevo gobernador de Texas, Greg Abbott, no invitó a su toma de posesión a sus homólogos de los estados mexicanos fronterizos (Chihuahua, Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila), como era habitual en el pasado.

 

Pese a todo, la tensión política no ha comprometido, por el momento, a la economía. El intercambio comercial entre ambos fue en 2013 de 195 mil millones de dólares, casi un 40 % del total entre Estados Unidos y México.

 

Este domingo, Texas celebra el 179 aniversario de su independencia de México.

 

GH