“Teníamos 15 años, él llegaba a la escuela en limusina con sus lentes Ray-Ban. Era muy fanfarrón. Se sentaba a mi lado y me copiaba las tareas, porque siempre andaba desvelado. En ese entonces casi nadie lo conocía, pero era Bruce Lee”, recuerda Ricardo Chan Jam.
Eran mediados de los años cincuenta, vivía entonces en el Hong Kong que era colonia inglesa. Ricardo, entonces con una buena posición económica familiar, asistía a la escuela La Salle, en donde era compañero de banca de Bruce Lee, un chico igual que él y quien ya se preparaba para actuar en el cine, mientras a escondidas daba clases de Kung-Fu en los baños.
“Un día me regalo un suéter de lana hecho a mano, de esos que pican mucho, también me invitaba a comer –narra Chan Jam-. Después comprendí que todo lo hizo como agradecimiento por pasarle las tareas. En el fondo era un muchacho de buen corazón”.
Bruce Lee se fue a Estados Unidos para actuar en el cine, mientras que Ricardo, junto con su familia, llegó a México, entre las 107 personas repatriadas.
Su madre era mexicana, llegó a China siguiendo a su padre que fue expulsado de México en los años treinta. Pero ella sufría mucho, por eso aprovechó la oportunidad de regresar a su país con sus siete hijos, aunque Ricardo había nacido en el país asiático a sus 20 años prefirió mantenerse unido a su familia y abordó uno de los tres aviones que el gobierno mexicano destinó para los repatriados.
Llegó Chan Jam al Distrito Federal y siendo el mayor de sus siete hermanos entendió que “aquí no había chance de nada y sólo quedaba ponerse a trabajar y ver por los hermanos menores”.
“Tuve que nadar contracorriente –detalla Ricardo-. Yo no hablaba nada de español y fue mi tío Ramón quien me enseñó a hablarlo un poquito para sobrevivir. Acá trabajé de cajero en el café de un paisano que estaba en el Centro, también la hice de mesero, pero el acuarismo siempre me gustó”.
Así comenzó su historia en México, que siempre estuvo marcada por la discriminación y un constante conflicto por la diferencia cultural. Su dedicación y disciplina pronto le permitió tener su primer acuario y abrir algunos más en la Ciudad.
Cuando Ricardo habla de la discriminación y de sus recuerdos de China se le quiebra la voz. Reconoce que sufrió. Extrañaba la austeridad, disciplina, dedicación al trabajo y armonía de la cultura china, pero “la supervivencia es la inteligencia”.
Ahora tiene más de 70 años de edad, el cabello completamente blanco, hace poco se jubiló y ya es abuelo.
Mantiene sus tres nacionalidades, la china, inglesa y mexicana. También conserva sus recuerdos y el dolor “de haber dejado cosas allá (en Hong Kong) para empezar algo nuevo en México. La vida es muy difícil aquí pero yo estoy feliz estando en mi casa”.
Pero la melancolía lo ata a China, a donde sabe que no regresará, pero de donde nunca hubiera querido salir “…Recordar es vivir, espero que después de 50 años todos mis viejos amigos en Hong Kong puede ver este video.
De verdad los extraño mucho. No les digo adiós sino hasta luego… y volveré…” así se lee en la descripción de un videoclip que subió a Youtube, titulado: Farewell to Hongkong 1960, un nostálgico recorrido por sus recuerdos.
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