El humo blanco está a punto de volver a elevarse sobre el cielo vaticano. Con la muerte del Papa Francisco, la Iglesia Católica entra una vez más en sede vacante y, con ello, mañana comienza el cónclave: 133 cardenales electores, representantes de 70 países, decidirán quién ocupará el trono de Pedro y guiará a mil 400 millones de fieles en un mundo profundamente polarizado.
Los cardenales, conocidos como los "príncipes de la Iglesia", ya se encuentran en Roma. Se encerrarán en la Capilla Sixtina, bajo un juramento de secreto absoluto. Sin teléfonos, sin prensa, sin internet. Sólo la oración, la deliberación y las papeletas escritas a mano marcarán el ritmo de una elección que puede durar dos o más días.
El humo negro anunciará cada votación fallida; el blanco, el momento en que el mundo escuche el esperado Habemus Papam.
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No hay claros favoritos, pero sí una certeza compartida: el próximo pontífice no será un revolucionario como Jorge Mario Bergoglio. El argentino que adoptó el nombre de Francisco impulsó una Iglesia volcada hacia las periferias, con una agenda de reformas que enfrentó resistencias internas.
"Debe ser un pastor cercano a la vida real de la gente", reza la minuta de una de las reuniones previas al cónclave. En ellas, los cardenales intercambiaron visiones sobre el futuro de la Iglesia. La presencia de prelados provenientes de regiones tradicionalmente subrepresentadas —África, Asia, América Latina— imprime un matiz decisivo a este cónclave, el más internacional de la historia.
"Ver a personas que trabajan en Mongolia, en la Curia, con los más pobres de América Latina y África, es muy bonito", expresó el cardenal chileno Fernando Chomalí a medios presentes.
Los nombres que circulan son variados. Desde el italiano Pietro Parolin y el maltés Mario Grech, hasta el filipino Luis Antonio Tagle, pasando por figuras como Jean-Marc Aveline, arzobispo de Marsella. Sin embargo, la tradición vaticana advierte con ironía: "Quien entra Papa al cónclave, sale cardenal". Los electores deberán alcanzar una mayoría de dos tercios, es decir, 89 votos.
En medio del ritual, resuena la voz de los creyentes. “Espero que sea alguien que ayude a los más pobres”, dijo María de los Ángeles Pérez, turista mexicana en Roma. El sacerdote canadiense Justin Pulikunnel anhela un líder “capaz de traer unidad”, mientras que Aurelius Lie, fiel alemán, lo resume en tres palabras: “Más como Francisco”.
