VALENCIA.- Miles de personas participaron hoy en el pueblo español de Buñol (este) en la «Tomatina«, una guerra festiva en la que se lanzaron 145 mil kilos de tomates como munición y que este año se celebró bajo la bandera violeta de la lucha contra la violencia machista.
Además del rojo, que es el color protagonista en este día, el violeta se incorporó a esta celebración en la que participaron unas 20 mil personas con la colocación de una serie de puntos a los que podían acudir las personas que sufrieran acoso para denunciar y recibir apoyo psicológico.
La Tomatina, que como otras fiestas multitudiarias españolas en los últimos años ha aprovechado para decir «no» a la violencia machista, decidió incluir una serie de puntos violetas con dos o tres voluntarias y voluntarios para atender posibles agresiones.
Estas personas, junto a la gran mayoría de miembros de la organización de la fiesta, llevaron una camiseta morada con el lema #NoEsNo escrito en ella, que ya se lució también en los Sanfermines de Pamplona, escenario hace dos años de un caso de abusos sexuales en grupo a una joven que provocó un movimiento en contra el machismo.
Como cada último miércoles de agosto, a las 11:00 de la mañana hora local siete camiones colmados de tomates, no aptos para el consumo, comenzaron lanzar esta fruta a los participantes en la fiesta y tiñeron de rojo las calles del pueblo.
La precisión milimétrica -sobre todo para evitar atropellos- con la que avanzaron los camiones repletos de toneladas de tomate contrastó con la anarquía imperante entre la muchedumbre.
Los tomates se lanzan enteros y chafados para que no impacte el golpe y sus restos, luego, se recogen y se vuelven a lanzar a diestro y siniestro, y se restriega por la piel de otros contendientes.
Los vecinos también aportaron su granito de arena a la celebración, ya que desde sus balcones arrojaban litros de agua sobre las cabezas de cuantos pasaban por debajo y que, en muchos casos, ni siquiera se percataban.
El lanzamiento de tomates duró una hora, pero la gente continuó con la fiesta, chapoteando y resbalando por el suelo, con la ropa ya irreconocible, mientras docenas de gafas de buceo y chanclas flotaban desperdigadas por la zona.
Como cada año, a los habitantes de Buñol, una población de unos 10.000 habitantes, se sumaron miles de personas procedentes de países como el Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Australia, India, Japón, Corea del Sur o Canadá, entre muchos otros.
Estas personas pudieron acudir a este pueblo del interior de Valencia de manera controlada ya que desde 2012 se regula la afluencia, después de que ese año se concentraran más de 50.000 asistentes.
A las 5.000 entradas gratuitas para los vecinos de Buñol, se sumaron otras 15.000 puestas a la venta para cualquiera, que estuvieron disponibles hasta última hora.
La «Tomatina» coincide con la fiesta del patrón de Buñol, San Luis Bertran, y tiene su origen en el último miércoles de agosto en 1945, cuando un grupo de jóvenes de la localidad comenzó a lanzarse verduras de los puestos cercanos durante una trifulca hasta que las autoridades intervinieron.
A partir de ahí, los jóvenes decidieron organizar esta peculiar batalla de forma voluntaria cada año, hasta que en 1950 fue prohibida por las autoridades, y en 1957, tras unas protestas de los vecinos del municipio, se reinstauró de forma oficial.
La fiesta está declarada de interés turístico internacional y el Congreso español aprobó el pasado octubre una propuesta para que sea incluida en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.
DAMG