En varios lugares del mundo, principalmente en El Salvador, celebraron que el arzobispo Óscar Arnulfo Romero, asesinado hace 38 años, ya sea un santo, aunque su crimen sigue impune, por lo que muchos también exigieron justicia.
Tras varias décadas de discusión sobre si el mensaje de Romero se apegaba a la doctrina de la Iglesia católica o impulsaba a la izquierda, ante unas 70 mil personas congregadas en la plaza de San Pedro del Vaticano, el papa Francisco proclamó santo al arzobispo de San Salvador, asesinado en marzo de 1980 por un escuadrón mientras oficiaba misa.
El ya conocido como «San Romero de América», voz de los pobres y los oprimidos, criticado por la derecha, fue canonizado en una ceremonia en la que también elevó a los altares a otros seis beatos, entre ellos el papa Pablo VI.
Para la ocasión y como homenaje al arzobispo, Francisco llevó el cíngulo -el cordón con borlas que se ata a la cintura- aún manchado de sangre que portaba Romero cuando fue asesinado de un disparo en el pecho el 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba misa en el hospital de enfermos de cáncer La Divina Providencia, de la capital salvadoreña.
Francisco utilizó como es habitual la formula en latín para proclamar la santidad del obispo y pedir que fuese inscrito en los libros de los santos de la Iglesia.
Antes de la proclamación, el nuevo prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Becciu, presentó a Francisco la petición de canonización y leyó una pequeña biografía de cada uno de los nuevos santos.
De Romero leyó que en 1977 «fue nombrado Arzobispo de San Salvador en plena represión social y política» y «el 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba la misa con los enfermos del hospital, fue asesinado».
Para la ceremonia viajaron a Roma 7 mil salvadoreños para asistir a la canonización, a los que se les unieron también muchos inmigrantes que viven en el país, que llenaron la plaza de San Pedro con los colores azul y blanco de su bandera.
Los peregrinos salvadoreños serán recibidos el lunes por Francisco para una audiencia especial en la sala Pablo VI del Vaticano y muchos esperan que anuncie su visita a ese país el próximo año, cuando viaje en enero a Panamá para las Jornadas Mundiales de la Juventud.
La canonización de Romero, que en sus homilías denunciaba las violaciones de los derechos humanos en El Salvador, se produce tres años después de ser beatificado en una multitudinaria misa.
En la ceremonia estuvieron presentes entre las delegaciones internacionales el presidente salvadoreño, Salvador Sánchez Cerén, cuyo viaje a Roma generó críticas en su país; el mandatario de Chile, Sebastían Piñera; el de Panamá, Juan Carlos Varela, y la reina Sofía de España, a los que el papa saludó al final del acto.
Miles de salvadoreños recibieron la canonización de Romero con alegría y lágrimas en la plaza frente a la Catedral Metropolitana de San Salvador. Los feligreses, congregados desde la noche del sábado, se unieron en un fuerte aplauso cuando el papa Francisco lo declaró santo, el primero de ese país.
Pero en días previos grupos de personas tomaron las calles de San Salvador para exigir con gritos justicia. En el año 2000, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos condenó al gobierno de El Salvador por la falta de acciones para esclarecer el asesinato, lo cual sigue pendiente.
LEG