Con Emmanuel Macron acaparando los votos de los franceses profesionistas (71%), y Marine Le Pen convirtiéndose en la candidata de la clase obrera (68%), las elecciones francesas no solo dejaron entrever una extrema derecha que cobra fuerza con cada llamada a votaciones, también evidenció que la configuración izquierda-derecha deja de ser el único estandarte para pelear en las urnas. Los candidatos enfatizan ante las masas sus planes de política exterior, que apuntan ya sea al nacionalismo o a la globalización.
Macron se llevó la primera reelección en veinte años gracias al apoyo del 58.5% de los ciudadanos votantes, frente al 41.5% conseguido por su rival de la segunda vuelta.
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Los partidarios de Macron se concentran en los grandes focos urbanos, donde predomina el europeísmo, mientras que la base de la representante de ultraderecha dominó en la periferia, que prefiere se ponga atención en lo doméstico.
En términos de geopolítica, una corriente que mucho se apega a una visión globalizada para el gobierno de un Estado es el transnacionalismo y la teoría de la interdependencia compleja. Bajo este lente, entendemos que existe una sociedad mundial, conectada sobre todo por los flujos económicos que conforman una red vinculante, rompiendo la idea de “la nación como centro de gravedad”, según refiere la académica española Esther Barbé. Una postura más liberal.
En tanto, las miradas escépticas hacia la globalización se relacionan en mayor medida con teorías como el realismo, donde el Estado debe preponderar por sobre los otros en gran medida gracias a su poderío militar, por ejemplo, lo que en la práctica lo obliga a ver más hacia sí mismo y menos hacia el multilateralismo. Una idea más recurrente en las tendencias conservadoras.
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En la praxis, ambas posturas fueron votadas por los franceses el fin de semana pasado, cuando las periferias respaldaron el discurso de una Marine Le Pen que cuestionó durante toda su campaña la membresía del país ante organismos como la OTAN e incluso la Unión Europea, mientras que los epicentros urbanos se abanderaron con las propuestas de un Macron que cimentaba sus pasos en la política internacional desde que Angela Merkel actuaba como la gran unificadora del bloque, y que debutó como mediador con la llegada de la invasión rusa a la región.
OH