Las conversaciones en Ginebra, presentadas por Washington como el avance más
sólido hacia un eventual acuerdo que frene la guerra en Ucrania, quedaron ensombrecidas por una nueva ofensiva verbal de Donald Trump.
Mientras el secretario de Estado, Marco Rubio, describía la reunión con la delegación ucraniana como “la más productiva hasta ahora”, el mandatario republicano acusó a Kiev de mostrar “cero gratitud” y reprochó a Europa que “siga comprando petróleo a Rusia”, un mensaje que reavivó tensiones en pleno proceso negociador.
Pese a que funcionarios de ambas partes aseguran que el borrador del plan de 28 puntos ya incorpora “la mayoría de las prioridades clave” de Ucrania, las diferencias persisten. El documento contempla concesiones sensibles —cesión territorial, límites militares y renuncia a la OTAN— a cambio de garantías de seguridad occidentales y un levantamiento gradual de sanciones a Rusia.
Para diplomáticos europeos, este paquete deja a Kiev “vulnerable a futuros ataques” y supone un riesgo para la arquitectura de seguridad regional.
La polémica creció cuando legisladores estadounidenses revelaron que el texto habría recibido aportes directos del enviado ruso Kirill Dmitriev. El jefe de la diplomacia estadounidense negó que se tratara de una iniciativa de Moscú y afirmó que el plan fue redactado por Washington con “aportaciones rusas y ucranianas”, una explicación que alimentó el desconcierto en Europa.
Líderes de Francia, Alemania, Italia y Finlandia intensificaron sus contactos para no quedar al margen de un proceso que consideran decisivo.
Aunque Zelenski respondió con mesura a las críticas de la Casa Blanca y reiteró su compromiso con una “paz fiable”, en Kiev reconocen que la propuesta plantea dilemas difíciles.
La presión aumenta: el inquilino de la Casa Blanca fijó el Día de Acción de Gracias —el próximo jueves— como fecha límite para aceptar el plan, aunque después suavizó el ultimátum.
