A las 7:50 de la mañana del domingo pasado me presenté en la primera casilla que visitaría como observador electoral. Los funcionarios abrieron las puertas a las 8:20am. Dos señoras de la tercera edad fueron las primeras en votar. Una de ellas tardó 13 minutos desde que entró hasta que salió del centro de votación. Su amiga lo logró en 31. Después de 45 minutos, habían votado cinco personas.

En la que fuera mi casilla dijeron haber iniciado a las 8:36 de la mañana. Para las 10:00, habían votado dos personas, incluido el funcionario presidente. El otro voto fue de una mujer mayor que tardó 52 minutos en ejercer su derecho. Al terminar, con tono cansado, comentó: esto está muy difícil. Al final del día, habían acudido 53 personas. Hubo varios votos nulos, otros en blanco; algunos con frases que denotaban molestia hacia la elección y al creador de la reforma judicial.

De las seis casillas seccionales a las que asistí, identifiqué algunas coincidencias. En primer lugar, en tres de estas, había parejas de observadores organizados que dicen haber sido asignados a esa casilla. En segundo lugar, fue algo llamativo ver cómo los votantes parecían estar en un examen final de la prepa: desmesuradamente concentrados en sus boletas. Unos transcribían lo que aparecía en la pantalla de su celular, otros utilizaban un pequeño acordeón escrito a mano, algunos más, uno impreso con caracteres pequeños. Por último, fue común ver que ciertas personas expresaran lo complicada que había sido la experiencia.

Decidí ir a la casilla especial 4997 S1 instalada en el Deportivo Plan Sexenal. Ésta abrió hasta las 9:15 am y mostraba mayor flujo que las anteriores. A las 12:44 habían votado 334 personas; para las 13:26, 437. Al recibir menos boletas (tres en la mayoría de los casos) los votantes tardaban relativamente poco en votar. Aquí identifiqué algunos reporteros, dos observadores electorales y dos votantes con uniforme militar. Varias personas se tomaban fotos. Al salir, una persona dijo en voz alta: ¡viva la democracia! En la casilla seccional adyacente, la 4997 B, estuvo unos minutos un observador de la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Lo que parecía una jornada normal, terminó en lo que días y semanas atrás se había predicho, una elección con participación muy baja (12.96%), y en la que al menos, en los cargos más importantes —empezando por los ministros de la Suprema Corte—, figuran como ganadores personas afines al partido en el poder, quienes ya habían sido señalados por distintos analistas y que, casualmente, aparecían en los acordeones ilegales repartidos masivamente días antes de la elección, anulando dos principios básicos de una contienda electoral democrática: libertad y equidad.

El primero de junio, el pueblo se convirtió en protagonista de la jornada al ejercer su voto —nulo, en blanco o inducido— o al abstenerse de hacerlo. Los resultados permiten confirmar la simulación que significó el fin de un proceso largo, desaseado y de pronóstico reservado. Este día ha marcado una nueva etapa para México que definirá nuestro futuro. Estará en manos de gobierno y sociedad cómo sanamos los agravios, reparamos los errores y reconstruimos de la mejor manera lo dinamitado.

 

    @isilop

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