Todos creemos saber qué es el éxito. Muchos piensan que es un concepto que se explica y define por sí mismo, que es un término absoluto, que significa lo mismo para cualquiera. Y no es así, lo que la mayoría entiende por éxito es un conjunto de ideas distorsionadas y tendenciosas, generadas por una sociedad enfocada en el consumo y por el uso de patrones equivocados. El éxito es un concepto relativo y no, no es conocido de antemano, no se explica y define por sí mismo, y no es igual para todos.
No bien encendemos la televisión o vemos una película en el cine, somos inundados con imágenes de lo que comúnmente se conoce como éxito: dinero (como meta en sí misma), productos caros, automóviles deportivos/caros, viajes exóticos, relojes, mujeres hermosas a nuestros pies, tener un “cabello sedoso, radiante” con un color de determinada marca,…
Además, hay cosas que hacemos y creemos que nos conducen al éxito: estudiar en tal universidad, codearnos con determinadas personas, vernos de forma muy nice, ir a restaurantes, antros, o clubes, todos caros, frecuentados por gente “exitosa, vestir ropa de marca de moda – y cara –, trabajar en determinada industria o giro, conducir un auto caro, salir en las páginas de sociales de una revista o periódico… Sin embargo, en la actualidad, con mayor información disponible, con la capacidad de planear y prepararnos más que nunca antes, la gente, a pesar de todo, sigue sintiéndose insatisfecha, vacía, quizás más que antes. ¿Eso es éxito?
Mientras que para algunos, sin duda, el éxito radica en amasar una fortuna – cueste lo que cueste (horas de trabajo, familia, personas pisoteadas, salud y el medio ambiente destruid) – o en acumular un poder desmedido. Pero, cuando estén al final de su vida, ¿considerarán haber triunfado? ¿Acaso representará algo para ellos el sacrificio en que incurrieron para tener mil millones de dólares? ¿Una casa en Marbella? ¿Un yate de 60 pies? ¿Haber doblegado a un opositor? Me atrevo a suponer que no.
Para otros, éxito podría englobar tener una familia unida, jugar un papel relevante en su comunidad, contribuir con su entorno, buscar la educación de los hijos, tener buenos amigos, leer un buen libro, recuperar la salud…
Podrán decirme soñador o cursi, pero mi concepto de éxito, que se traduce en mi sentido de propósito, es ser feliz. Así de meloso y de vago. Sin duda, habrá quienes me acusarán de que estoy racionalizando mi falta de éxito en el sentido convencional, mas yo, sin temor a equivocarme, puedo afirmar que el llevar una vida que no se tradujera en que sea feliz, en que esté en paz, no representa el éxito.
¿Qué es el éxito para mí? ¿Cómo deseo ser recordado? Claramente, no va a ser por haber cerrado tal o cual negocio – si no lo cierro yo, habrá otros miles que lo puedan hacer, incluso mejor que yo –, sino por haber criado a una familia sana, comprometida, preocupada por los demás; por haber respetado al medio ambiente, contribuido con mi comunidad/sociedad, etc. Contribuir dentro de mi alcance y que mi contribución signifique algo. No deseo ni aplausos, ni reconocimientos: sólo quiero ser feliz. Claramente, todos necesitamos un mínimo de recursos para que, a partir de allí, cuánto uno tenga de más no incida en absoluto en qué tan feliz – exitoso – se es. Definamos, primero, qué es para nosotros el éxito y seamos, pues exitosos