En México, el maíz es más que un cultivo, es la esencia misma de nuestra identidad. Desde hace más de 7 mil años, ha sido el sustento de civilizaciones enteras, el alma de nuestra gastronomía, el eje de la economía rural y un emblema de la cultura nacional. Su importancia trasciende lo alimentario y se arraiga en nuestras tradiciones, historia y soberanía.

En tal sentido, la iniciativa de reforma constitucional enviada por la presidenta Claudia Sheinbaum al Congreso de la Unión, para prohibir la siembra de maíz transgénico en México, constituye un acto de justicia histórica y un compromiso con el futuro del país.

La propuesta busca modificar los artículos 4 y 27 de la Constitución, para reconocer al maíz como un elemento fundamental de la identidad nacional y, al mismo tiempo, prohibir la siembra de variedades transgénicas en nuestro territorio. La razón es clara: proteger las 59 razas de maíz nativo que existen en México, cuya diversidad genética representa una riqueza biocultural invaluable.

La conservación de estas variedades no responde tan sólo a una preocupación ecológica, sino a la necesidad de garantizar nuestra soberanía alimentaria y evitar que corporaciones extranjeras monopolicen y contaminen lo que nos pertenece por derecho histórico.

El maíz genéticamente modificado, aunque permitido para su importación y uso en la industria, representa un riesgo latente, si su siembra se expande en los campos mexicanos. Su polen puede contaminar los cultivos nativos, poniendo en peligro la diversidad genética de un grano que ha sido cimiento de nuestra alimentación y cultura por milenios.

La iniciativa que estaremos discutiendo en el Congreso, busca impedir esta amenaza y garantizar que el maíz que consumimos y cultivamos siga siendo nuestro. Pero la defensa del maíz nativo va más allá del terreno productivo; se trata también de proteger la milpa, ese sistema agroecológico que ha permitido la subsistencia de generaciones enteras de campesinas y campesinos.

La milpa, además de un método de cultivo, es un modelo de sustentabilidad y equilibrio con la naturaleza, en el cual el maíz se cultiva junto con frijol, calabaza, chiles y otras especies. Al prohibir la siembra de maíz transgénico, también estamos respaldando a las comunidades campesinas que han sido guardianas milenarias de esta tradición.

Es momento de seguir cerrando filas y continuar respaldando las decisiones de nuestra presidenta en su compromiso con el campo mexicano, la biodiversidad y la soberanía alimentaria. La defensa del maíz nativo no es un capricho ni un tema menor: es una resolución política que define el rumbo del país.

En el Congreso estaremos pendientes para analizar e impulsar esta reforma con convicción y compromiso. No podemos permitir que intereses económicos ajenos pongan en riesgo nuestra historia y nuestro futuro, porque sin maíz no hay país.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

X y Facebook: @RicardoMonrealA

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