Una vez que terminó por disiparse el último elemento de las Torres Gemelas de Nueva York, México se convirtió en una de las prioridades torales para Estados Unidos en materia de seguridad. Por increíble que pareciera, ninguno de los terroristas del 11 de septiembre ingresó a Estados Unidos a través de la frontera mexicana. No así por la canadiense.
El cambio de estrategia en la lucha contra el narcotráfico en el gobierno del presidente Calderón respecto a su antecesor, tendría que provocar el ingreso a un nuevo capítulo de la Iniciativa Mérida respecto a la herencia de George W. Bush al actual presidente Barack Obama. Que pasara, por ejemplo, del asesoramiento y entrega de equipo a las fuerzas de seguridad mexicanas (por parte de Estados Unidos), a reformas estructurales en cuanto al consumo de droga y flujo de armas.
El problema es que la estructura de Iniciativa Mérida no los contempla. Por eso y agregando la revelación del caso Rápido y Furioso, es probable que el presidente Calderón haya ido a la frontera en febrero de este año a mediatizar, mediante un espectacular, su nueva demanda: No more guns. Sin embargo, más allá de las percepciones mediáticas, el flujo de inteligencia entre ambos países ha circulado como pocas ocasiones en la historia.
Unas semanas antes de que el presidente Obama viajara a México en 2009, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, concretó la entrega de tres helicópteros Blcakhawk a la Secretaría de Seguridad Pública, lo que dio pie a Obama a declarar, ya en México: “Es por eso que hemos adoptado los siguientes pasos: acelerar nuestros esfuerzos con el fin de implementar la Iniciativa Mérida, para darle a México el equipo de inspección y los aviones militares necesarios”. Se trataba de una de las primeras acciones de su Gobierno acordes a la ruta critica de Iniciativa Mérida.
Estas palabras se refrendaron en las reformas en el presupuesto del Congreso estadunidenses de 2010. De los 501.5 millones de dólares solicitados para asistir a México, más de 459 millones se destinaron en la cuenta presupuestaria de Asuntos Internacionales de narcóticos y Aplicación de la Ley (INCLE, por sus siglas en inglés). De este monto, 432 millones se destinaron al rubro Antinarcóticos y el resto al programa Gobernando con Democracia y Justicia.
Lo resultados derivados del presupuesto en el rubro Antinarcóticos se refleja en el número de kilogramos de drogas incautados por el gobierno.
Los nuevos capítulos de Iniciativa Mérida, los delineó el embajador Carlos Pascual, en septiembre de 2009: “Lo que tendrá que ocurrir en el futuro (en materia de colaboración de EU con México), no es tanto el énfasis en la parte del equipo (…) en el futuro, el tipo de trabajo que vamos a hacer será de mayor información de inteligencia, fortalecimiento institucional y capacitación”.
Las dos diferencias sustanciales entre el famoso y exitoso Plan Colombia con Iniciativa Mérida son los efectos temporales y geográficos, es decir, las estrategias que emergen del segundo son cortoplacistas respecto al Plan Colombia, y el segundo elemento, el geográfico, es que en Colombia, al no ser frontera con EU, el nivel de rencillas culturales es inexistente, a diferencia del box de sombra histórico entre EU y México.
Lo ocurrido el pasado viernes en Tres Marías sucede a pocos días de que oficialmente inicie la carrera presidencial en nuestro país vecino. Si pierde Obama, los elevados costos transaccionales (tiempo y disposición que pasarán para que Romney escale en la agenda bilateral) irán en detrimento del deseo de que en la agenda de seguridad en materia de narcotráfico suba al primer lugar el tema toral del comercio de armas. En el caso de que los demócratas obtengan la victoria, será el gobierno de Peña Nieto quien asegure una especie de refundación de Iniciativa Mérida en manos de su asesor estrella, Óscar Naranjo.
Lo que es cierto es que Tres Marías obliga a replantear la siguiente pregunta: ¿Nueva Iniciativa (Mérida)?