Crazy es un labrador negro que se mueve con soltura por la grama. Es un azabache de potentes ladridos que huele el viento, siempre buscando algo, como si aún trabajara detectando narcóticos. Tiene 11 años y es uno de los seis caninos jubilados del agrupamiento Fuerza de Tarea perteneciente a la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSPDF).

 

Estos perros, a diferencia de los 16 retirados del agrupamiento Granaderos Oriente este año, no serán dados en adopción adoptados. Crazy y sus compañeros permanecerán hasta su muerte natural bajo los cuidados especiales del equipo dirigido por el suboficial, Daniel Álvarez Amaro: “A los nueve años de edad es el promedio de retiro porque la demanda en sus articulaciones, por los movimientos que hacen, es grande”.

 

Los canes entrenados en esta unidad se especializan en áreas delicadas como la búsqueda de personas, rastreo de cadáveres, detección de explosivos y narcóticos. Deben brincar desde vehículos, rascar superficies, subirse en muros o paredes y ser inmunes a ciertos ruidos, multitudes y situaciones de alto riesgo.

 

Todos provienen de donaciones y pertenecen a un gran abanico de razas como los pastores (alemanes, belga, holandés), labradores, pitbulls y criollos, entre otros. Pasan un proceso de selección de dos días y luego van a un periodo de tres meses de apego y socialización. Al final se decide si el animal queda admitido o es devuelto a su donante. Actualmente la unidad, ubicada en la Base Piraña de la delegación Tláhuac, cuenta con 12 manejadores y 22 perros.

 

En este programa de jubilación los animales siguen con su rutina de mantenimiento físico diario, comida y descansos pero Álvarez señala que ya no trabajan “porque hasta corretear una pelota es demandante para sus articulaciones”, por lo que podrían lastimarse.

 

Se trata de que estén en sus asoleaderos, que son grandes extensiones de grama al aire libre, bajo supervisión médica y alimento adecuado luego de todos sus años de servicio: “Nuestros perros no se duermen (eutanasia) y tampoco se regalan porque son parte de la Secretaría. Aquí se les da cariño y atenciones hasta que mueren de forma natural”, explica el oficial.

 

Hillary es pequeña para ser una pastor belga y a sus 13 años ya está retirada del servicio activo. Se mueve por todos lados, olfatea y escucha con atención a uno de sus manejadores, el oficial Sergio Martínez, quien acota: “Nos dio muchas satisfacciones por su participación en los operativos de reclusorios. Era magnífica para encontrar narcóticos pero ya trabajó suficiente, tiene derecho a descansar relajada”.

 

Aunque por motivos de seguridad no se pueden conocer los casos donde la participación de estos animales fue fundamental, el instructor Álvarez advierte: “Perros como Hillary han hecho grandes servicios públicos, la colectividad no sabe lo importantes que son. Es muy minuciosa, lenta, constante y nunca se enferma. Siempre está activa por eso todos queremos llevarla porque, mientras otros dan lata o no trabajan tan bien, ella dio grandes resultados en narcóticos”.

 

Parejas perfectas

 

Los canes siempre están en curso mientras son miembros activos, entran en actividad desde las 07:00 am. hasta las 03:00 pm. No pueden trabajar continuamente pero dentro de esas ocho horas están planificadas las rutinas de alimentación, aseo, contacto con el manejador, una hora de relajación y los intervalos de entrenamiento diario. El resto de la jornada es dedicada al descanso.

 

“Ser manejador de estos perros es mucho más que ser un amo. En el caso de la detección de explosivos, por ejemplo, nuestras vidas dependen totalmente del animal. Tenemos que forjar un lazo mayor que el de una mascota, es una relación total de compañeros. De 20 aspirantes a manejadores que llegan, sólo queda uno. Aquí no se trata de que quieras trabajar con ellos, es que el perro acepte trabajar contigo. La selección última es del animalito”, agrega Álvarez.

 

En los 15 años que este oficial lleva en la Fuerza de Tarea ha entrenado más de 50 perros y asegura que ninguno ha fallecido en servicio, además de recalcar la presencia permanente de un cuerpo de veterinarios. Explica que los perros criollos han demostrado ser buenos en estas tareas: “Deben medir más de 30 centímetros del suelo a la cruz pero la apariencia no tiene mucho que ver. Lo importante es que el perro se muestre dispuesto al trabajo, los criollos no traen algunos problemas que los de raza arrastran por generaciones. Por eso pueden trabajar hasta los diez años o un poco más”.

 

Crazy y Hillary, suelen corretear junto a los perros activos y los miran con envidia cuando salen a las operaciones. Quizás extrañan la adrenalina de los operativos, sin embargo, Álvarez explica que son perros de carácter fuerte y por su entrenamiento no sufren problemas de estrés: “Acá se le gana al estrés con trabajo y relajación. Tenemos un asoleadero de 200 metros cuadrados en los que el perro siempre está relajándose, se lo merecen porque han trabajado mucho por la sociedad”.

 

Mientras acaricia a Crazy, el policía habla sobre la empatía que tiene con los animales: “Mientras más conozco a los compañeros, más quiero a mi perro”.

 

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