Ejercer el oficio durante casi cuatro décadas, 38 años exactamente, me ha permitido transitar de entre los controles absolutos a la libertad irrestricta.

 
Libertad de la que hoy se abusa cuando el derecho a la libre expresión se interpreta como patente de impunidad; o cuando por la concentración de la propiedad de los medios en unas cuantas manos y sus intereses económicos, se vulnera la obligación de informar con la verdad, sin predilección o parcialidad.

 
El efecto de esta concentración afecta la neutralidad que exige y merece el público lector, radioescucha, televidente o cibernauta.

 
Twitter y Facebook abrieron el acceso libre a millones de personas que, al usarlos sin límite, establecieron un contrapeso benéfico, a pesar de los excesos.

 
En este tránsito por el mundo informativo, me he sometido a la calificación de los demás.

 
Como periodista, por encima de todo, siempre he pensado en los demás, así me lo enseñaron.

 
Mis ansias me recuerdan cada día que no ha sido mi vida vana, no al menos en el juicio de televidentes, radioescuchas y ahora lectores.

 
Como practicante de este oficio, hoy más que nunca reconozco que quien ejerce la palabra y le da significados tiene derecho a ejercer el poder y ése es el pueblo.

 
Un pueblo bien informado es un pueblo bien gobernado y un buen gobierno es el que bien comunica.
Desgraciadamente en México aún no se establece la costumbre de que el Presidente oiga para ser oído.

 
Este día comienza una nueva historia en mi oficio y es tiempo de dar gracias.
Gracias, 24 HORAS.

 

jfcastaneda9@hotmail.com

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